PARA el fin: Cántico y salmo de David para la octava. 2 Señor, no me reprendas en medio de tu saña, ni me castigues en la fuerza de tu enojo.

3 Ten, Señor, misericordia de mí, que estoy sin fuerzas; sáname, oh Señor, porque hasta mis huesos se han estremecido. 4 Y está mi alma sumamente perturbada: pero tú, Señor, ¿hasta cuándo? 5 Vuélvete a mí, Señor, y libra mi alma; sálvame por tu misericordia. 6 Porque muriendo ya no hay quien se acuerde de ti; y en el infierno, ¿quién te tributará alabanzas?

7 Me he consumido a fuerza de tanto gemir; todas las noches baño mi lecho con mis lágrimas; inundo con ellas el lugar de mi descanso. 8 Por causa de la indignación se han oscurecido mis ojos; he envejecido y quedado endeble en medio de todos mis enemigos. 9 Apartaos lejos de mí todos los que obráis la iniquidad; porque ha oído el Señor benignamente la voz de mi llanto.

10 Ha otorgado el Señor mi súplica; ha aceptado mi oración. 11 Avergüéncense, y queden llenos de la mayor turbación todos mis enemigos; retírense, y váyanse al momento cubiertos de ignominia.
Pater
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