SALMO de David contra Goliath. Bendito sea el Señor Dios mío, que adiestra mis manos para la pelea y mis dedos para manejar las armas.

2 El es para conmigo la misma misericordia y el asilo mío, mi amparo y mi libertador; el protector mío, en quien tengo mi esperanza; el que somete mi pueblo a la autoridad mía. 3 ¡Oh Señor! ¿Qué es el hombre para que te des a conocer a él?; ¿o el hijo del hombre, que así lo aprecias? 4 El hombre por el pecado ha venido a ser nada; sus días pasan como la sombra.

5 Señor, inclina esos tus cielos, y desciende a socorrernos; toca los montes, y se desharán en humo. 6 Vibra rayos, y disiparás mis enemigos; arroja tus saetas, y los llenarás de turbación. 7 Alarga desde lo alto tu mano, y arrebátame del abismo de las aguas de la tribulación; líbrame de caer en poder de los extranjeros, 8 cuya boca no habla sino vanidad o mentira, y cuyas manos están llenas de iniquidad. 9 ¡Oh Dios mío!, yo te cantaré un cántico nuevo con un salterio; te cantaré himnos de alabanza. 10 Señor, tú que das la salud o felicidad a los reyes, que libraste a David, siervo tuyo, de la espada sangrienta, 11 sálvame ahora, y sácame de las garras de estos extranjeros; de cuya boca no sale sino vanidad y mentira, y cuyas manos están llenas de iniquidad.

12 Los hijos de los cuales son como nuevos plantíos en la flor de su edad; sus hijas compuestas y engalanadas por todos lados, como ídolos en un templo. 13 Atestadas están sus despensas, y rebosando toda suerte de frutos; fecundas sus ovejas, salen a pacer en numerosos rebaños. 14 Tienen gordas y lozanas sus vacas; no se ven portillos, ni ruinas en sus muros o cercados, ni se oyen gritos de llanto en sus plazas. 15 Feliz llamaron al pueblo que goza de estas cosas. Mas yo digo: Feliz aquel pueblo que tiene al Señor por su Dios.
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