PARA el fin: para la octava: Salmo de David. 2 Sálvame, Señor; porque ya no se halla un hombre de bien sobre la tierra; porque las verdades no se aprecian ya entre los hijos de los hombres. 3 Cada uno de ellos no habla sino con mentira a su prójimo; habla con labios engañosos y con un corazón doble. 4 Acabe el Señor con todo labio tramposo y con la lengua jactanciosa. 5 Ellos han dicho: Nosotros con nuestra lengua, o artificiosas palabras, haremos cosas grandes; somos dueños de nuestros labios; ¿quién nos manda a nosotros? 6 Pero el Señor mirando a la miseria de los desvalidos, y al gemido de los pobres, dice: Ahora me levantaré yo para defenderlos. Los pondré a salvo; yo les inspiraré confianza. 7 Palabras puras y sinceras son las palabras del Señor; son plata ensayada al fuego, acendrada en el crisol, y siete o mil veces refinada.

8 ¡Oh Señor!, tú nos salvarás, y nos defenderás siempre de esta raza de gentes.

9 Los impíos andan alrededor de nosotros: Tú, según tu grandeza o altísima sabiduría, has multiplicado los hijos de los hombres.
Pater
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