NTRETANTO, habiéndose juntado alrededor de Jesús tanto concurso de gentes que se atropellaban unos a otros, empezó a decir a sus discípulos: Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía.
Mas nada está oculto que no se haya de manifestar; ni secreto que al fin no se sepa.
Así es que lo que dijisteis a oscuras, se dirá a la luz del día; y lo que hablasteis al oído en las alcobas, se pregonará sobre los terrados.
A vosotros que sois mis amigos, os digo yo: No tengáis miedo de los que matan al cuerpo, y este hecho ya no pueden hacer más.
Yo quiero mostraros a quién habéis de temer: Temed al que, después de quitar la vida, puede arrojar al infierno. A éste es, os repito, a quien habéis de temer.
¿No es verdad que cinco pajarillos se venden por dos cuartos, y con todo ni uno de ellos es olvidado de Dios?
Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. Por tanto no tenéis que temer; más valéis vosotros que muchos pajarillos.
Os digo, pues que cualquiera que me confesare delante de los hombres, también el Hijo del hombre le confesará, delante de los ángeles de Dios.
Al contrario, quien me negare ante los hombres, será negado ante los ángeles de Dios.
Si alguno habla contra el Hijo del hombre, este pecado se le perdonará; pero no habrá perdón para quien blasfemare contra el Espíritu Santo.
Cuando os conduzcan a las sinagogas, y a los magistrados y potestades, no paséis cuidado de lo que, o como habéis de responder.
Porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel trance lo que debéis decir.
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Entonces le dijo uno del auditorio: Maestro, dile a mi hermano que me dé la parte que me toca de la herencia.
Pero Jesús le respondió: ¡Oh hombre!, ¿quién me ha constituido a mí juez, o repartidor entre vosotros?
Con esta ocasión les dijo: Estad alertas, y guardaos de toda avaricia; que no depende la vida del hombre de la abundancia de los bienes que él posee.
Y en seguida les puso esta parábola: Un hombre rico tuvo una extraordinaria cosecha de frutos en su heredad;
y discurría para consigo, diciendo: ¿Qué haré, que no tengo sitio para encerrar mis granos?
Al fin dijo: Haré esto: Derribaré mis graneros, y construiré otros mayores, donde almacenaré todos mis productos y mis bienes,
con lo que diré a mi alma: ¡Oh alma mía!, ya tienes muchos bienes de repuesto para muchísimos años: Descansa, come, bebe, y date buena vida.
Pero le dijo Dios: ¡Insensato!, esta misma noche han de exigir de ti la entrega de tu alma; ¿de quién será cuanto has almacenado?
Esto es lo que sucede al que atesora para sí, y no es rico a los ojos de Dios.
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Y después dijo a sus discípulos: Por eso os digo a vosotros: No andéis inquietos en orden a vuestra vida, sobre lo que comeréis y en orden a vuestro cuerpo sobre qué vestiréis.
Más importa la vida que la comida, y el cuerpo que el vestido.
Reparad en los cuervos: ellos no siembran, ni siegan, no tienen despensa, ni granero; sin embargo, Dios los alimenta. Ahora bien, ¿cuánto más valéis vosotros que ellos?
¿Quién de vosotros, por mucho que discurra, puede acrecentar a su estatura un codo?
Pues si ni aun para las cosas más pequeñas tenéis poder, ¿a qué fin inquietaros por las demás?
Contemplad las azucenas cómo crecen, no trabajan, ni tampoco hilan; no obstante os digo, que ni Salomón con toda su magnificencia estuvo jamás vestido como una de estas flores.
Pues si a una hierba que hoy está en el campo, y mañana se echa en el horno, Dios así la viste, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poquísima fe?
Así que no estéis acongojados cuando buscáis de comer o de beber; ni tengáis suspenso o inquieto vuestro ánimo;
las gentes del mundo son los que van afanados tras de esas cosas, bien sabe vuestro Padre que de ellas necesitáis.
Por tanto, buscad primero el reino de Dios y su justicia; que todo lo demás se os dará por añadidura.
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No tenéis vosotros que temer, pequeñito rebaño, porque ha sido el agrado de vuestro Padre daros el reino.
Vended, si es necesario, lo que poseéis, y dad limosna. Haceos unas bolsas que no se echen a perder; un tesoro en el cielo que jamás se agota, adonde no llegan los ladrones, ni roe la polilla.
Porque donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón.
Estad con vuestras ropas ceñidas a la cintura, y tened en vuestras manos las luces ya encendidas.
Sed semejantes a los criados que aguardan a su amo cuando vuelve de las bodas, a fin de abrirle prontamente, luego que llegue, y llame a la puerta.
Dichosos aquellos siervos a los cuales el amo al venir encuentra así velando; en verdad os digo, que recogiéndose él su vestido, los hará sentar a la mesa, y se pondrá a servirles.
Y si viene a la segunda vela, o viene a la tercera, y los halla así prontos, dichosos son tales criados.
Tened esto por cierto, que si el padre de familia supiera a qué hora había de venir el ladrón, estará ciertamente velando, y ni dejaría que le robasen su casa.
Así vosotros estad siempre prevenidos; porque a la hora que menos pensáis vendrá el Hijo del hombre.
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Le preguntó entonces Pedro: Señor, ¿dices por nosotros esta parábola, o por todos igualmente?
Respondió el Señor: ¿Quién piensas que es aquel administrador fiel y prudente, a quien su amo constituyó mayordomo de su familia, para distribuir a cada uno a su tiempo la medida de trigo correspondiente?
Dichoso tal siervo, si su amo a la vuelta le halla ejecutando así su deber.
En verdad os digo, que le dará la superintendencia de todos sus bienes.
Mas si dicho criado dijere en su corazón: Mi amo no piensa venir tan presto, y empezare a maltratar a los criados, y a las criadas, y a comer, y a beber, y a embriagarse,
vendrá el amo del siervo el día que menos le espera, y a la hora que él no sabe, y le echará, y le dará el pago debido a los infieles.
Así es que aquel siervo que, habiendo conocido la voluntad de su amo, no obstante ni puso en orden las cosas, ni se portó conforme quería su señor, recibirá muchos azotes;
mas el que sin conocerla hizo cosas que de suyo merecen castigo, recibirá menos. Porque se pedirá cuenta de mucho a aquel a quien mucho se le entregó; y a quien se han confiado muchas otras cosas, más cuenta le pedirán.
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Yo he venido a poner fuego en la tierra: ¿y qué he de querer sino que arda?
Con un bautismo tengo de ser yo bautizado: ¡oh y cómo traigo en prensa el corazón, mientras no lo veo cumplido!
¿Pensáis que he venido a poner paz en la tierra? No, sino desunión: así os lo declaro.
De suerte que desde ahora en adelante habrá en una misma casa cinco entre sí desunidos, tres contra dos, y dos contra tres.
El padre estará contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera, y la nuera contra la suegra.
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Decía también al pueblo: Viendo una nube que se levanta del ocaso, al instante decís: Tempestad tenemos; y así sucede.
Y cuando veis que sopla el aire de mediodía, decís: Hará calor; y lo hace.
Hipócritas, si sabéis pronosticar por los varios aspectos del cielo y de la tierra, ¿cómo no conocéis este tiempo?
O ¿cómo por lo que pasa en vosotros mismos no discernís lo que es justo?
Cuando vas junto con tu contrario a querellarte ante el magistrado, haz en el camino todo lo posible por librarte de él, no sea que por fuerza te lleve al juez y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel.
Porque yo te aseguro que de ella no saldrás, hasta que hayas pagado el último maravedí.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Referencia
Ilustración
Atlas