Ú, oh Dios nuestro, tú eres benigno y veraz, y justo, y todo lo gobiernas con misericordia.
Porque si pecáremos, tuyos somos, sabiendo, como sabemos, tu poder y grandeza; y si no pecamos, sabemos que nos cuentas en el número de los tuyos o de tus amigos.
Porque conocerte a ti con fe viva es la perfección de la justicia, y conocer o confesar tu justicia y poder es la raíz de la inmortalidad.
Y así no nos ha inducido a error la humana invención de un arte mal empleado, ni el vano artificio de las sombras de una pintura, ni la efigie tallada y de varios colores,
cuya vista excita la concupiscencia en el insensato, que ama la compostura de un retrato muerto e inanimado.
Dignos son de poner su esperanza en semejantes cosas o en esas deidades aquellos que aman el mal; como también los que las hacen, los que las aman, y los que les dan culto.
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Así es que un alfarero, manejando la blanda greda, forma de ella, a costa de su trabajo, toda suerte de vasijas para nuestros usos; y de un mismo barro hace vasos que sirven para cosas limpias, e igualmente otros para cosas que no lo son; siendo el alfarero el árbitro del destino que han de tener los vasos.
Y con vana fatiga forma del mismo barro un dios el hombre mortal que poco antes fue formado de la tierra, y que muy en breve volverá a reducirse a ella, obligado a restituir la deuda del alma que ha recibido.
Pero él no se cura del trabajo que le ha de costar, ni de la brevedad de su vida; sino que va a competencia con los artífices de oro y de plata, e imita también a los broncistas, y pone su gloria en formar cosas inútiles;
pues su corazón es ceniza o polvo, y vil tierra su esperanza, y su vida más despreciable que el barro;
como que no conoce al que lo ha creado e infundido el alma con que trabaja, e inspirándole el espíritu de vida.
Y aun han creído éstos ser nuestra vida un juego, y que toda nuestra ocupación debe reducirse a amontonar riquezas, y que convie-ne ganar por cualquier medio, aunque sea ma-lo.
Porque aquel artífice que de la frágil materia de la tierra forma vasijas y simulacros, bien conoce que peca más que todos.
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Son, pues, necios desgraciados y soberbios, más que alma nacida, todos los que son enemigos de tu pueblo, y que lo tienen avasallado.
Porque creen dioses todos los ídolos de las naciones; los cuales ni pueden usar de los ojos para ver, ni de las narices para respirar, ni de las orejas para oír, ni de los dedos de las manos para palpar, ni aún sus pies son capaces de caminar.
Que un hombre mortal fue quien los hizo y recibió prestado el espíritu el que los formó; y jamás podrá hombre alguno fabricar un dios semejante a sí.
Porque siendo, como es, mortal, forma con manos sacrílegas una cosa muerta; siendo él mejor que aquellos a quienes adora, pues él, aunque mortal, ha obtenido la vida, pero aquéllos nunca vivirán.
Y aún adoran a los más viles animales, que comparados con las demás bestias irracionales son de peor condición que éstas.
Y no hay quien pueda observar cosa buena en el aspecto de éstas sabandijas o animales; pues ahuyentaron de sí la aprobación y bendición de Dios.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Referencia
Ilustración
Atlas