CALLEN ante mí las islas, y tomen nuevas fuerzas las gentes; acérquense, y hablen después, y entremos juntos en juicio: 2 ¿Quién sacó del oriente al justo Abrahán, y lo llamó para que lo siguiese? El Señor sujetó a su vista las naciones, y lo hizo superior a los reyes, que entregados al filo de su espada, y por blanco de su arco, quedaron reducidos a polvo, y como paja que arrebata el viento. 3 Los persiguió, pasó adelante sin desastre, tan velozmente que no se vio la huella de sus pies. 4 ¿Quién obró y llevó a cumplimiento estas cosas? ¿Quién ya desde el principio eligió y ordenó con este fin todas las generaciones? Yo el Señor, yo que soy el primero y el último.

5 Lo vieron las islas, y se llenaron de temor; se pasmaron las más remotas naciones; y a pesar de eso se reunieron y se acercaron.

6 Se auxiliaron mutuamente en esta loca empresa, y cada cual decía a su hermano: ¡Buen ánimo! 7 El broncista que trabaja a martillo, esforzaba al que batía en el yunque diciendo: Bien hecha está la soldadura; ahora asegura con clavos la estatua del ídolo, para que no se mueva.

8 Mas tú ¡oh Israel!, siervo mío, tú, ¡oh Jacob !, a quien escogí, tú que eres estirpe de mi amigo Abrahán,

9 tú, a quien traje yo de los últimos confines de la tierra, y te llamé de sus lejanas regiones, y te dije: Siervo mío eres tú, yo te he escogido, y no te desecharé. 10 No temas, digo, que yo estoy contigo; no te desvíes, pues yo soy tu Dios; yo te he confortado, y te he auxiliado, y la diestra poderosa de mi Justo te ha amparado. 11 Sábete que quedarán confundidos y avergonzados todos aquellos que te hacen guerra; serán como si no fuesen, y perecerán los que te contradicen. 12 Buscarás a esos hombres que se alzan contra ti, y no los hallarás; serán como si no fuesen, y quedarán como un esqueleto cuantos te hacen guerra. 13 Porque yo soy el Señor tu Dios, que te tomo por la mano, y te estoy diciendo: No temas, que soy yo el que te socorro.

14 No temas, gusanillo, o débil Jacob , no tienes que temer; ni vosotros los que parecéis unos muertos de Israel. Yo soy tu auxilio, dice el Señor, y el Santo de Israel es el redentor tuyo. 15 Yo haré que seas como un carro nuevo de trillar las mieses, armadas sus ruedas de dientes de hierro: Tú trillarás y desmenuzarás los montes, y reducirás como a polvo los collados. 16 Los aventarás, y el viento se los llevará, y los esparcirá el torbellino; y tú rebosarás de alegría en el Señor, y te regocijarás en el Santo de Israel. 17 Los pobres y menesterosos buscan agua, y no la hay; se secó de sed su lengua; yo el Señor los oiré benigno. Yo el Dios de Israel no los abandonaré. 18 Yo haré brotar ríos en los más altos cerros, y fuentes en medio de los campos; al desierto lo convertiré en estanques de aguas, y en la tierra árida e inhabitable haré correr copiosos arroyos. 19 Haré nacer en la soledad el cedro, el setim, y el arrayán, y el olivo; y en el desierto mismo produciré a un tiempo el abeto, el olmo y el ciprés, 20 a fin de que todos a una vean, y sepan, y consideren, y comprendan que la mano del Señor es la que ha hecho tal cosa; y que es el Santo de Israel quien la ha creado.

21 Salid ahora a defender vuestra causa, dice el Señor, alegad si tenéis alguna razón fuerte, dice el rey de Jacob . 22 Vengan vuestros dioses y anúnciennos cuantas cosas están por suceder; declaren las antiguas que ya fueron, y estaremos atentos, y sepamos los sucesos que vendrán después; anúnciennos lo que ha de suceder. 23 Vaticinad, ¡oh ídolos!, lo que ha de acontecer en lo venidero y entonces conoceremos que vosotros sois dioses; haced el bien o el mal, si es que podéis hacer algo; y hablemos y discurramos juntos sobre vuestro poder. 24 Pero es claro que vosotros sois hechos de la nada, y de una cosa que nada es viene vuestro ser; abominable es quien os escogió para adoraros como dioses.

25 Yo llamé al justo Abrahán del Norte, para que viniese del oriente; él invocó mi nombre, y pisó como lodo a los príncipes, y como el alfarero que pisa el barro. 26 ¿Quién otro más que yo ha anunciado estas cosas desde su principio ?, decidlo a fin de que le conozcamos, y desde los tiempos antiguos, para que digamos: tienes razón, a favor tuyo está la justicia. Mas no hay entre vuestros ídolos quien profetice, ni quien prediga lo futuro, ni quien oiga siquiera las palabras de vuestra boca. 27 El primero dirá a Sión: Helos ahí, y daré a Jerusalén un portador de alegres nuevas. 28 Y yo Isaías estuve observando, y no hubo allí entre estos partidarios de los ídolos ni uno siquiera que fuese capaz de consejo, ni de contestar una sola palabra quien le preguntaba. 29 Luego todos son unos inicuos, y vanas son las obras de sus manos, viento y vanidad sus simulacros.
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