¡AY de vosotros hijos rebeldes y desertores!, dice el Señor, que formáis designios sin contar conmigo; y urdís una tela, y no según mi deseo, para añadir así pecados a pecados; 2 que estáis en camino para bajar a Egipto y no habéis consultado mi voluntad, esperando el socorro del valor del faraón, y poniendo vuestra confianza en la sombra o protección de Egipto.

3 Pero la fortaleza del faraón será la confusión vuestra, y la confianza en la protección de Egipto, vuestra ignominia. 4 Porque cuando tus príncipes hayan ido hasta Tanis, y hayas llegado hasta Hanes tus enviados, 5 todos en Israel quedarán corridos, a causa de un pueblo que nada les ha podido servir, y que no les ha auxiliado, ni les ha sido de utilidad alguna, sino de confusión y de oprobio.

6 Anuncio pesado contra las bestias de carga del mediodía. Van por tierra de tribulación y de angustia (de donde salen la leona y el león, la víbora y la serpiente que vuela) llevando sobre lomos de asnos sus riquezas, y sus tesoros sobre el dorso de los camellos, a un pueblo que no podrá ayudarles. 7 Porque inútil y en vano será el auxilio que les preste Egipto; por lo mismo clamé yo sobre eso, diciendo: No es más que soberbia, no te muevas.

8 Anda, pues, ahora y escríbeles esta predicción sobre una tablilla, y regístrala exactamente en un libro, para que sea en los días venideros un testimonio sempiterno. 9 Porque éste es un pueblo que me provoca a ira, y ellos son hijos infieles, hijos que no quieren escuchar la ley de Dios; 10 que dicen a los que profetizan: No profeticéis; y a los videntes o profetas: No estéis mirando para nosotros o vaticinando cosas rectas; habladnos de cosas placenteras, y profetizadnos cosas alegres, aunque sean falsas. 11 Quitadnos de delante de los ojos este modo de obrar según la ley; alejad de nosotros tal sistema de vida; no nos vengáis siempre con que el Santo de Israel dice o manda.

12 Por esto el Santo de Israel dice así: Ya que vosotros habéis desechado lo que os he mandado, y habéis puesto vuestra confianza en la calumnia y en la perversidad, y apoyádoos sobre esas cosas, 13 por lo mismo esta maldad será para vosotros como un portillo en una alta muralla, que está para caer, y preguntan por él, y del cual se origina la ruina repentina en la hora menos pensada; 14 y queda todo hecho pedazos, como se rompe con un fuerte golpe una vasija de alfarero, sin que ninguno de sus tiestos sirva ni para llevar un ascua de un hogar, o para sacar un poco de agua de un pozo. 15 Porque el Señor Dios, el Santo de Israel dice: Si os volviereis y os estuviereis quietos, seréis salvos; en la quietud y en la esperanza estará vuestra fortaleza. Mas vosotros no lo quisisteis hacer; 16 sino que dijisteis: De ninguna manera, antes bien huiremos a caballo. Pues por eso mismo digo yo, tendréis que huir de vuestros enemigos; montaremos, dijisteis, velocísimos caballos. Por eso mismo serán más veloces los que os perseguirán. 17 Un solo hombre llenará de terror y hará huir a mil de los vuestros; y si se presentan cinco, aterrados echaréis a huir todos, hasta que los que queden de vosotros sean a manera de un árbol altísimo como de navío, sobre la cima de un monte, como bandera sobre un collado.

18 Por esto da largas el Señor, para poder usar de misericordia con vosotros, y ensalzar su gloria con perdonaros, porque el Señor es Dios justo. Bienaventurados todos los que esperan en él. 19 El pueblo de Sión morará en Jerusalén ; enjugarás tus lágrimas, ¡oh pueblo fiel! El Señor, apiadándose de ti, usará contigo de misericordia; al momento que oyere la voz de tu clamor, te responderá benigno. 20 Y antes te dará el Señor pan de dolor y agua de tribulación; pero después hará que jamás se aleje de ti tu maestro, y tus ojos estarán viendo siempre a tu doctor. 21 Escuchen tus oídos sus palabras, cuando yendo tras de ti te grite diciendo: Este es el camino, andad por él; y no torzáis ni a la derecha ni a la izquierda.

22 Entonces desecharás como cosas profanas esas láminas de plata que cubren tus ídolos; y los preciosos vestidos de tus estatuas de oro; y los arrojarás lejos de ti como el lienzo más sucio de una mujer inmunda. ¡Fuera de aquí!, les dirás. 23 Y el Señor enviará lluvia a tus sementeras; en cualquier parte de la tierra en que hayas sembrado, las mieses darán abundante y rico trigo; y al mismo tiempo hallarán tus corderos abundantes y dilatados pastos en tus heredades. 24 Y tus bueyes y asnos que trabajan la tierra, comerán el pienso mezclado con variedad de granos, del modo que vienen aventados de la era, o limpios de paja. 25 Y de todo monte alto y de todo collado elevado correrán arroyos de fértiles aguas el día aquel en que haya gran mortandad, cuando hayan caído las torres. 26 La luz de la luna será la luz del sol, y la del sol será siete veces mayor que sería la luz reunida de siete días; aquel día en que el Señor haya vendado la herida de su pueblo, y sanado la abierta llaga.

27 Mira que viene, se oye ya allá a lo lejos el Nombre o majestad del Señor; está su saña encendida e insoportable; llenos de indignación sus labios, y como fuego devorador su lengua. 28 Es su respiración como un torrente impetuoso (cuya agua llega hasta la garganta) para aniquilar las naciones impías, y destrozar el freno del error, o el poder infernal, que sujetaba las quijadas de los pueblos. 29 Vosotros entonaréis un cántico como en la noche de la santa solemnidad de la Pascua ; y la alegría de vuestro corazón será como la del que se sube, al son de la flauta, a presentarse sobre el monte del Señor, al templo del Dios fuerte de Israel. 30 Y hará el Señor que se oiga su majestuosa voz, y que se conozca su terrible brazo en medio de su ira amenazadora y de su fuego devorador; lo arrasará todo con tempestades y pedriscos. 31 Porque a la voz del Señor quedará temblando el asirio, herido con la vara de la divina venganza, 32 y el herir de esta vara será constante y duradero; y hará el Señor que la vara descargue sobre él, al son de panderos y de cítaras. Lo vencerá el Señor en un señalado combate. 33 Porque hace ya tiempo que les está preparado el valle de Tofet, aparejado fue por el gran rey, profundo y espacioso, cuyo cebo es el fuego y mucha leña; un soplo del Señor como torrente de azufre, es el que lo enciende.
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