PARA el fin. Para los lagares, ó vendimia. Salmo para los hijos de Coré. 2 ¡Oh cuán amables son tus moradas, Señor de los ejércitos! 3 Mi alma suspira y padece desfallecimientos, ansiando estar en los atrios del Señor. Se transportan de gozo mi corazón y mi cuerpo, contemplando al Dios vivo. 4 El pajarillo halló un hueco donde guarecerse, y nido la tórtola para poner sus polluelos. Tus altares, oh Señor de los ejércitos, oh rey mío y Dios mío. 5 Bienaventurados, Señor, los que moran en tu casa, te alabarán por los siglos de los siglos. 6 Dichoso el hombre que en ti tiene su amparo, y que ha dispuesto en su corazón, 7 en este valle de lágrimas, los grados para subir hasta el lugar santo que destinó Dios para sí. 8 Porque le dará su bendición el legislador, y caminarán de virtud en virtud; y el Dios de los dioses se dejará ver en Sión.

9 ¡Oh Señor Dios de los ejércitos! oye mi oración; escúchala atento, oh Dios de Jacob . 10 Vuélvete a mirarnos, ¡oh Dios protector nuestro!, y pon los ojos en el rostro de tu Ungido. 11 Más vale un solo día de estar en los atrios de tu templo, que millares fuera de ellos. He escogido ser el ínfimo en la casa de Dios, más bien que habitar en la morada de los impíos. 12 Porque Dios ama la misericordia y la verdad; dará el Señor la gracia y la gloria. 13 No dejará sin bienes a los que proceden con inocencia. ¡Oh Señor de los ejércitos!, bienaventurado el hombre que pone en ti su esperanza.
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