PARA el fin: Salmo de David. Cántico de Jeremías y de Ezequiel para el pueblo transportado al cautiverio, cuando empezaba a salir de él. 2 A ti, ¡oh Dios!, se te deben los himnos en Sión, y a ti se te presentarán los votos en Jerusalén . 3 Oye benigno mi oración. A ti vendrán todos los mortales. 4 Prevalecieron en nosotros las maldades; pero tú perdonarás nuestra impiedad. 5 Dichoso aquel a quien tú elegiste y allegaste a ti: El hablará en tu Tabernáculo. Colmados seremos de los bienes de tu casa. Santo es tu templo, 6 admirable por su justicia. Oye, pues, nuestras plegarias, ¡oh Dios, salvador nuestro!, tú eres la esperanza de todas las naciones de la tierra y de las más remotas islas. 7 Tú que das firmeza a los montes con tu poder; tú que armado de fortaleza 8 conmueves lo más profundo de los mares, y haces sentir el estruendo de sus olas. Se perturbarán las naciones, 9 y quedarán llenos de pavor los habitantes de los últimos confines de la tierra, a vista de tus prodigios. Derramarás la alegría de oriente a occidente. 10 Porque tú visitaste la tierra, y la has como embriagado con lluvias saludables, y la has colmado de toda suerte de riquezas. El río de Dios está rebosando en aguas, has preparado el alimento a sus habitantes; así es la buena disposición de los campos. 11 Hincha sus canales, multiplica sus producciones; con los suaves rocíos se regocijarán las plantas todas. 12 Coronarás el año de tu bondad, y serán fertilísimos tus campos. 13 Se pondrán lozanas las praderas del desierto, y se vestirán de gala los collados. 14 Se multiplicarán los rebaños de carneros y ovejas; y abundarán en grano los valles. Todos alzarán su voz, y cantarán himnos de alabanza.
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