IJO después el Señor a Josué: No temas ni te acobardes: toma contigo toda la gente de guerra, y puesto en marcha sube a la ciudad de Hai; sábete que tengo entregado en tus manos su rey y el pueblo, y la ciudad y su territorio.
Y tratarás a la ciudad de Hai y a su rey como trataste a Jericó y al rey de ella: bien que os repartiréis entre vosotros el botín y todos los animales. Para el intento pondrás una emboscada detrás de la ciudad.
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Partió, pues, Josué y con él todo el ejército de los combatientes, y se dirigieron contra Hai; y destacó de noche treinta mil soldados escogidos de los más valientes;
y les dio orden, diciendo: Poned una emboscada a espaldas de la ciudad; vosotros no os alejéis mucho de ella, y mantenéos todos sobre las armas;
que yo y la demás gente que tengo conmigo nos acercaremos por la parte opuesta de la ciudad, y en saliendo ellos contra nosotros, echaremos a huir, como antes hicimos, volviendo las espaldas;
hasta que persiguiéndonos se alejen mucho de la ciudad, creyendo, como creerán que huimos al modo que la vez primera.
Entonces mientras nosotros vamos huyendo y ellos siguiéndonos al alcance, saldréis de la emboscada y saquearéis la ciudad, la cual el Señor Dios vuestro pondrá en vuestras manos.
Y apoderados de ella, le pegaréis fuego, ejecutándolo todo puntualmente como lo he mandado.
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Así los despachó; y marcharon al sitio de la emboscada, y se apostaron entre Betel y Hai, a la parte occidental de la ciudad de Hai. Josué pasó aquella noche en medio del ejército;
y levantándose al romper el día, pasó revista a su gente, y se puso en marcha con los ancianos del pueblo al frente del ejército, sostenido del grueso de sus valientes tropas.
Llegados que fueron, y subiendo por frente a la ciudad, hicieron alto a la parte del norte, mediante un valle entre ellos y la ciudad.
Había Josué escogido cinco mil hombres, y puéstolos en emboscada entre Betel y Hai, al poniente de esta ciudad.
Todo el resto del ejército marchaba formado en batalla con dirección al norte, de tal manera que sus últimas filas tocaban al lado occidental de la ciudad. Habiendo, pues, marchado Josué al fin de aquella noche, se apostó en medio del valle.
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Lo cual como viese el rey de Hai, salió de mañana a toda prisa de la ciudad con todo su ejército, y encaminó sus tropas hacia el desierto, sin saber que dejaba una emboscada a las espaldas.
Josué y todo Israel fueron cediendo el terreno, fingiendo miedo, y echando a huir por el camino del desierto.
Con lo cual los de Hai alzando a una el grito, y animándose mutuamente, los fueron persiguiendo. Y cuando estuvieron lejos de la ciudad,
sin que hubiese quedado ni siquiera un hombre en Hai y en Betel que no fuera al alcance de los israelitas (dejando abiertas las puertas por donde salieron de tropel),
dijo el Señor a Josué: Levanta el broquel que tienes en tu mano contra la ciudad de Hai, porque voy a entregártela.
Alzado que hubo el broquel contra la ciudad, de repente salieron al ver esta señal los que estaban ocultos en la emboscada y encaminándose hacia la ciudad, la tomaron y pegaron fuego a varios edificios.
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Entonces los de Hai que iban persiguiendo a Josué, volviendo la cabeza y viendo el humo de la ciudad que subía hasta el cielo, no tuvieron arbitrio para escapar por ningún lado; sobre todo cuando los que aparentaron huir y encaminarse hacia el desierto, atacaron con el mayor denuedo a los que los iban persiguiendo.
Viendo, pues, Josué y todo Israel, con esta seña, que la ciudad había sido tomada, y cómo iba subiendo el humo de ella, volviendo atrás, hicieron cara a los de Hai, y los pasaron a cuchillo.
Porque al mismo tiempo, los que habían tomado e incendiado la ciudad, saliendo también de ella para unirse con los suyos, comenzaron a acuchillar a los enemigos, los cuales cogidos en medio, fueron de tal suerte destrozados por ambas partes, que de tanta muchedumbre ninguno pudo salvarse.
También prendieron vivo al mismo rey de la ciudad de Hai, y le presentaron a Josué.
Muertos así todos los que fueron persiguiendo a Israel camino del desierto, y pasados a cuchillo en el mismo sitio, volvieron los hijos de Israel, y asolaron la ciudad.
Los que perecieron en esta jornada entre hombres y mujeres, fueron doce mil, vecinos todos de la ciudad de Hai.
Josué sin embargo no bajó la mano con que había levantado en alto el broquel, hasta que fueron pasados a cuchillo todos los moradores de Hai.
Mas las bestias y demás botín de la ciudad se lo repartieron entre sí los hijos de Israel, como el Señor había ordenado a Josué;
el cual puso fuego al resto de la ciudad, y la redujo para siempre a un montón de escombros.
Colgó también de un patíbulo a su rey hasta la tarde al ponerse el sol, en que por mandato de Josué descolgaron el cadáver de la cruz, y lo arrojaron en la misma entrada de la ciudad, levantando sobre él un gran montón de piedras, que permanecen hasta el día de hoy.
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Entonces edificó Josué un altar al Señor Dios de Israel en el monte Hebal,
según lo había mandado Moisés, siervo del Señor, a los hijos de Israel, y está escrito en el libro de la ley de Moisés: el altar se hizo de piedras sin labrar, a que no había tocado hierro alguno; y ofreció sobre él holocaustos al Señor, y sacrificó víctimas pacíficas.
Asimismo escribió sobre piedras el Deuteronomio o recopilación de la ley de Moisés, que Moisés había explicado delante de los hijos de Israel.
Y todo el pueblo, tanto los extranjeros como los naturales, y los ancianos, y los caudillos y jueces, estaban en pie al uno y al otro lado del Arca , en frente de los sacerdotes que llevaban en hombros el Arca del Testamento del Señor. La mitad de ellos junto al monte Garizim, y la otra mitad junto al monte Hebal, como lo había ordenado Moisés, siervo del Señor. Y ante todas cosas Josué bendijo al pueblo de Israel.
Después de esto, leyó todas las palabras de bendición y de maldición, y todas las cosas escritas en el libro de la ley.
Ninguna cosa omitió de las que Moisés había mandado; sino que una por una las repitió todas delante de toda la muchedumbre de Israel, de las mujeres y de los niños, y de los extranjeros que moraban entre ellos.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Ilustración
Atlas