OR este tiempo convocó Josué a los rubenitas y gaditas, y a la media tribu de Manasés,
y les dijo: Habéis cumplido todo lo que os mandó Moisés, siervo del Señor; y a mí también me habéis obedecido en todo;
ni en tan largo tiempo hasta el día de hoy habéis desamparado a vuestros hermanos, observando el mandamiento del Señor Dios vuestro.
Ahora, pues, que ya el Señor Dios vuestro ha dado sosiego y paz a vuestros hermanos como lo prometió, volveos e id a vuestras casas, y a la tierra de vuestra posesión, que os entregó Moisés, siervo del Señor, a la otra parte del Jordán.
Solamente os encargo que guardéis atentamente y pongáis por obra el mandamiento de la ley que os comunicó Moisés, siervo del Señor, que es de amar al Señor Dios vuestro, y seguir todos sus caminos, observar todos sus mandamientos y estar con él unidos, y servirle con todo el corazón, y con toda vuestra alma.
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Con esto les dio Josué su bendición, y los despachó, y se volvieron a sus casas.
Moisés había dado a la media tribu de Manasés su posesión en Basán; por eso a la otra mitad restante le dio Josué la herencia entre los demás hermanos suyos en este lado del Jordán, al poniente. En fin, al remitirlos a sus casas, después de bendecirlos,
les dijo: Vosotros volvéis a vuestras casas con mucho caudal y riquezas, cargados de plata y oro, de cobre y de hierro, y de toda suerte de vestidos: repartid con vuestros hermanos el botín de los enemigos.
Con esto los hijos de Rubén, y los hijos de Gad, y la media tribu de Manasés se separaron de los hijos de Israel que estaban en Silo, en el país de Canaán, y se pusieron en camino para volver a Galaad, país que poseían, y que les había señalado Moisés, conforme al mandamiento del Señor.
Llegados que fueron a las cercanías del Jordán en tierra de Canaán, edificaron a la orilla de dicho río un altar de grandísima magnitud.
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Lo que oído por los hijos de Israel, y recibidas noticias ciertas de que los hijos de Rubén y de Gad, y la media tribu de Manasés habían edificado un altar en la tierra de Canaán en las cercanías del Jordán, enfrente de los demás hijos de Israel,
se congregaron todos en Silo para ir a hacerles la guerra.
Entretanto enviaron hacia ellos a tierra de Galaad a Finees, hijo de Eleazar, sumo sacerdote,
y con él a diez de los principales jefes, uno de cada tribu;
los cuales fueron a los hijos de Rubén, y de Gad, y a los de la media tribu de Manasés en la tierra de Galaad, y les dijeron:
Esto nos manda deciros todo el pueblo del Señor: ¿Qué prevaricación es la vuestra? ¿Cómo habéis abandonado al Señor Dios de Israel, erigiendo un altar sacrílego y apostatando de su culto?
¿Os parece aún poco el haber pecado con adorar a Beelfegor, y el que permanezca hasta hoy día entre nosotros la mancha de este delito, después de haber costado la vida a tantos de nuestro pueblo?
Hoy habéis vosotros abandonado al Señor, y mañana se ensañará su ira contra todo Israel.
Que si creéis que es inmunda la tierra de vuestra posesión, mudaos a la nuestra en que está el Tabernáculo del Señor y venid a morad entre nosotros; mas no desertéis del Señor y de nuestra comunión , alzando un altar contra el altar del Señor Dios vuestro.
¿No es así que por haber Acán, hijo de Zaré, traspasado el mandato del Señor, descargó su ira sobre todo el pueblo de Israel? Y él era un solo hombre, y ojalá hubiese perecido él solo por su atentado.
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Respondieron los hijos de Rubén, y de Gad, y los de la media tribu de Manasés a los principales de Israel enviados a ellos:
El muy fuerte Señor Dios, Dios el Señor fortísimo sabe muy bien nuestra intención; y también Israel podrá conocerla: si es que con ánimo de apostatar hemos levantado este altar, no nos ampare el Señor, antes nos castigue al momento;
y si lo hemos hecho con el designio de ofrecer sobre él holocaustos, sacrificios y víctimas pacíficas, el mismo Señor nos lo demande y lo juzgue.
Muy al contrario: el pensamiento y designio que hemos tenido ha sido porque podrá suceder que algún día digan vuestros hijos a los nuestros: ¿Qué tenéis vosotros que hacer con el Señor Dios de Israel?
El Señor puso por lindes entre nosotros y vosotros, oh hijos de Rubén y de Gad, el río Jordán: y por tanto vosotros no tenéis parte en el Señor. Y con esta ocasión podrían vuestros hijos retraer a los nuestros del temor del Señor. Así que habiendo meditado sobre eso,
dijimos: Levantemos un altar, no para ofrecer holocaustos ni víctimas;
sino para testimonio entre nosotros y vosotros, entre nuestra posteridad y la vuestra, de que también somos nosotros siervos del Señor, y tenemos derecho a ofrecer holocaustos, víctimas, y hostias pacíficas; a fin de que por ningún caso digan mañana vuestros hijos a los nuestros: No tenéis vosotros parte en el Señor.
Que si se les antojare decirlo, podrán responderles: Mirad aquí el altar del Señor que levantaron nuestros padres, no para holocaustos, ni sacrificios, sino para testimonio entre vosotros y nosotros.
Guárdenos el cielo de tal maldad que nos apartemos del Señor, y dejemos de seguir sus pasos, erigiendo un altar para ofrecer holocaustos, sacrificios y víctimas, fuera del altar del Señor Dios nuestro que está erigido delante de su Tabernáculo.
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Oídas estas razones, el sacerdote Finees y los principales del pueblo que los israelitas habían enviado con él, se apaciguaron y admitieron con suma satisfacción la respuesta de los hijos de Rubén y de Gad, y de la media tribu de Manasés.
Y les dijo el sacerdote Finees, hijo de Eleazar: Ahora conocemos que el Señor está con nosotros, y no nos abandonará; puesto que estáis tan ajenos de semejante prevaricación, y que habéis librado a los hijos de Israel del temor de la justa venganza del Señor.
Después, dejando Finees a los hijos de Rubén y de Gad, se volvió con los principales del pueblo desde la tierra de Galaad, que confina con Canaán, a los hijos de Israel, y les dio cuenta de todo.
Y habiéndolo oído, quedaron satisfechos: y alabaron a Dios los hijos de Israel, y ya no hablaron más de salir contra ellos a hacerles guerra y asolar la tierra de su posesión.
Y los hijos de Rubén y de Gad pusieron por título al altar que habían edificado: Testimonio nuestro de que el Señor mismo es el Dios nuestro y suyo.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Referencia
Ilustración
Atlas