Í, ¡oh Señor!, tu anuncio, y quedé lleno de un respetuoso temor. ¡Señor!, aquella inefable obra tuya, ejecútala en medio de los años.
Sí, en medio de los años la harás patente, te acordarás de la misericordia tuya, cuando te hayas irritado.
Vendrá Dios de la parte del mediodía, y el Santo de hacia el monte Farán. Su gloria cubrió los cielos, y la tierra está llena de sus alabanzas.
El resplandecerá como la luz; en sus manos tendrá un poder infinito, allí está escondida su fortaleza.
Llevará delante de sí como en triunfo la muerte,
y el diablo delante de sus pies. Se paró, y midió la tierra. Echó una mirada y acabó con las naciones, y quedaron reducidos a polvo los altísimos montes. Se encorvaron los collados del mundo al pasar el Eterno.
Yo vi reunirse a favor de la iniquidad o idolatría las tiendas de Etiopía; pero puestos fueron luego en derrota los pabellones de Madián.
•
¿Acaso fue contra los ríos tu enojo, oh Señor? ¿Fue contra los ríos tu cólera, o contra el mar tu indignación? Tú que montas sobre tus caballos, y llevas en tu carroza la salvación,
Tú tomarás con denuedo tu arco, conforme a los juramentos que hiciste a las tribus de Israel; tú dividirás los ríos de la tierra.
Te vieron los montes, y se estremecieron; se retiraron los hinchados ríos. Los abismos alzaron su voz, y levantó sus manos el profundo mar.
El sol y la luna se mantuvieron en sus puestos; marcharán ellos al resplandor de sus saetas, al resplandor de tu relumbrante lanza.
•
Tú, irritado, hollarás la tierra, y con tu furor dejarás atónitas las naciones.
Saliste para salvar a tu pueblo, para salvarlo por medio de tu Mesías. Heriste la cabeza de la casa del impío, descubriste sus cimientos de arriba abajo.
Echaste la maldición sobre su cetro, sobre el caudillo de los guerreros, los cuales venían como torbellinos para destrozarme, era ya su regocijo como el de aquel que en un sitio retirado devora al pobre caminante.
Abriste el camino en el mar a su caballería por en medio del cieno de profundas aguas.
•
Oí tu voz y se conmovieron mis entrañas, a esa voz tuya temblaron mis labios. Penetre mis huesos la podredumbre, y broten dentro de mí gusanos; a fin de que yo consiga reposo en el día de la tribulación, y vaya a reunirme con el pueblo nuestro que está apercibido.
Porque la higuera no florecerá, ni las viñas brotarán; faltará el fruto de la oliva; los campos no darán alimento. Arrebatadas serán del aprisco las ovejas, y quedarán sin ganados los pesebres.
Yo me regocijaré en el Señor, y saltaré de gozo en Dios.
El Señor Dios es mi fortaleza; y él me dará pies ligeros como de ciervo; y el vencedor me conducirá a las alturas de mi morada, cantando yo himnos en su alabanza.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
Comentario
Referencia
Ilustración
Atlas