le envió a decir Mardoqueo a Ester que se presentase al rey, e intercediese por su pueblo y por su patria:
Acuérdate, le dijo, del tiempo en que te hallabas en estado humilde, y cómo fuiste criada entre mis brazos; porque Amán, es segundo después del rey, ha hablado contra nosotros para que se nos quite la vida.
Por tanto invoca tú al Señor, y habla por nosotros al rey, y líbranos de la muerte.
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Al tercer día dejó ester los vestidos que llevaba, y se adornó de todas sus galas,
y brillando con el esplendor de los aderezos de reina, después de haber invocado a Dios, que es la guía y el salvador de todos, tomó consigo dos de sus camaristas,
sobre una de las cuales se iba apoyando, como que no podía por la suma delicadeza y debilidad sostener su cuerpo.
La otra camarista iba detrás de su señora, llevándole la falda que arrastraba por el suelo.
Entretanto, ella con el color de la rosa de su semblante, y con la gracia y brillo de sus ojos, encubría la tristeza de su corazón comprimido de un excesivo temor.
Pasadas, pues, de una en una todas las puertas, llegó a ponerse enfrente del rey, que estaba sentado en su real solio, vestido con el regio manto, resplandeciendo con el oro y pedrería; su aspecto causaba terror.
Y habiendo él alzado la vista, y manifestando en sus ojos encendidos el furor de su pecho, la reina se desmayó, y demudando el color en palidez, reclinó su vacilante cabeza sobre la camarista.
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Entonces Dios trocó el corazón del rey, inclinándole a la dulzura; y apresurado y temeroso salió del trono, y cogiendo a Ester entre sus brazos hasta que volvió en sí, la acariciaba con estas palabras:
¿Qué tienes Ester? Yo soy tu hermano, no temas.
No morirás, porque esta ley no fue puesta para ti, sino para todos los demás.
Arrímate, pues, y toca el cetro.
Como ella no hablase, tomó él el cetro de oro, y lo puso sobre el cuello de Ester, y la besó, diciendo: ¿Por qué no me hablas?
La cual respondió: Te he visto, Señor, como a un ángel de Dios, y con el temor de tu majestad se ha conturbado mi corazón.
Porque tú, oh Señor, eres en extremo admirable, y está tu rostro lleno de gracias.
Diciendo esto, se desmayó de nuevo, y quedó casi sin sentido.
Con lo que el rey se acongojaba, y todos sus ministros consolaban a Ester."
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Referencia
Ilustración
Atlas