DEL mismo David. Bendice, ¡oh alma mía!, al Señor, y bendigan todas mis entrañas su santo Nombre. 2 Bendice al Señor, alma mía, y guárdate de olvidar ninguno de sus beneficios. 3 El es quien perdona todas tus maldades; quien sana todas tus dolencias; 4 quien rescata de la muerte tu vida; el que te corona de misericordia y gracias; 5 el que sacia con sus bienes tus deseos, para que se renueve tu juventud como la del águila. 6 El Señor hace mercedes, y hace justicia a todos los que sufren agravios. 7 Hizo conocer a Moisés sus caminos, y a los hijos de Israel su voluntad.

8 Compasivo es el Señor y benigno, tardo en airarse y de gran clemencia.

9 No durará para siempre su enojo, ni estará amenazado perpetuamente. 10 No nos ha tratado según merecían nuestros pecados, ni dado el castigo debido a nuestras iniquidades. 11 Antes bien cuanta es la elevación del cielo sobre la tierra, tanto ha engrandecido él su misericordia para con aquellos que le temen. 12 Cuanto dista el oriente del occidente, tan lejos ha echado de nosotros nuestras maldades. 13 Como un padre se compadece de sus hijos, así se ha compadecido el Señor de los que le temen. 14 Porque él conoce bien la fragilidad de nuestro ser. Tiene muy presente que somos polvo,

15 y que los días del hombre son como el heno: cual flor del campo, así florece, y se seca. 16 Porque el espíritu estará en él como de paso; y así el hombre dejará pronto de existir y le desconocerá el lugar mismo que ocupaba. 17 Pero la misericordia del Señor permanece desde siempre y para siempre sobre aquellos que le temen. Su justicia no abandonará jamás a los hijos y nietos 18 de aquellos que observan su alianza, y conservan la memoria de sus mandamientos, para ponerlos en práctica. 19 El Señor asentó en el cielo su trono; y su reino dominará sobre todos. 20 Bendecid al Señor todos vosotros, ¡oh ángeles suyos!, vosotros de gran poder y virtud, ejecutores de sus órdenes, prontos a obedecer la voz de sus mandatos. 21 Bendecid al Señor todos vosotros que componéis su celestial milicia, ministros suyos que hacéis su voluntad. 22 Criaturas todas de Dios, en cualquier lugar de su universal imperio, bendecid al Señor. Bendice tú, ¡oh alma mía!, al Señor.
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