EN el mes octavo del año segundo del rey Darío, el Señor habló a Zacarías, profeta, hijo de Baraquías, hijo de Addo, y le dijo: 2 El Señor estuvo altamente irritado contra vuestros padres. 3 Mas tú dirás a estos sus hijos: Esto dice el Señor de los ejércitos: Convertíos a mí, dice el Señor de los ejércitos; y yo me volveré a vosotros, dice el Señor de los ejércitos.

4 No seáis como vuestros padres, a los cuales exhortaban los anteriores profetas, diciendo: Esto dice el Señor de los ejércitos: Convertíos de vuestros malos pasos y de vuestros malvados designios, ellos no me escucharon, ni hicieron caso, dice el Señor. 5 ¿Y dónde están ya vuestros padres? ¿Y acaso los profetas vivirán para siempre? 6 Pues las palabras mías y los decretos míos, comunicados a mis siervos los profetas, ¿por ventura no alcanzaron a vuestros padres? Ellos se convirtieron y dijeron: El Señor de los ejércitos ha hecho con nosotros aquello mismo que pensó hacer en vista de nuestras obras y de nuestros procederes.

7 A veinticuatro días del mes undécimo llamado Sabat, el año segundo de Darío, el Señor habló de esta manera a Zacarías profeta, hijo de Baraquías, hijo de Addo: 8 Tuve, pues, de noche esta visión: Vi a un hombre montado sobre un caballo rojo, que estaba parado entre unos mirtos que había en una hondonada; y detrás de él había caballos rojos, manchados y blancos.

9 Y dije yo: ¿Qué son éstos, Señor mío? Y el ángel que hablaba conmigo me dijo: Yo te haré conocer lo que son estas cosas. 10 En esto, aquel hombre que estaba parado entre los mirtos, respondió y dijo: Estos son los ángeles que envió el Señor a recorrer la tierra. 11 Y respondieron aquellos al ángel del Señor que estaba parado entre los mirtos, y dijeron: Hemos recorrido la tierra, y hemos visto que toda está poblada, y que goza de reposo. 12 A lo que replicó el ángel del Señor, y dijo: ¡Oh Señor de los ejércitos!, ¿hasta cuándo no te apiadarás de Jerusalén y de las ciudades de Judá, contra las cuales estás enojado? Este es ya el año septuagésimo. 13 Y respondió el Señor al ángel que hablaba conmigo palabras buenas, palabras de consuelo. 14 Y me dijo el ángel que hablaba conmigo: Clama, y di: Esto dice el Señor de los ejércitos: Me hallo poseído de un gran celo por amor de Jerusalén y de Sión;

15 y estoy altamente irritado contra aquellas naciones poderosas. Ya estaba yo un poco enojado; mas ellas han agravado el mal. 16 Por tanto, esto dice el Señor: Volveré mis ojos compasivos hacia Jerusalén , y en ella será edificado mi templo, dice el Señor de los ejércitos, y la plomada será tendida sobre Jerusalén . 17 Clama todavía, y di: Esto dice el Señor de los ejércitos: Mis ciudades aún han de rebosar en bienes, y aún consolará el Señor a Sión, y de nuevo escogerá a Jerusalén .

18 Y levanté mis ojos, y observé, y vi cuatro astas. 19 Y dije al ángel que hablaba conmigo: ¿Qué significa esto? Y me respondió: Estas son las astas que han aventado a Judá, y a Israel, y a Jerusalén . 20 Y me mostró el Señor cuatro ángeles en forma de operarios. 21 Y dije: ¿Qué vienen a hacer éstos? Y él me respondió, diciendo: Aquellas son las astas que aventaron a los varones de Judá uno por uno, sin que pudiese levantar cabeza ninguno de ellos; y éstos vinieron para aterrarlos, para abatir las astas o el poder de las naciones, las cuales levantaron sus fuerzas contra el país de Judá para exterminar sus habitantes.
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Hijo
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Atlas