PARTIDO de aquí, se fue a su patria; y le seguían sus discípulos.

2 Llegado el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos de los oyentes, admirados de su sabiduría, decían: ¿De dónde saca éste todas estas cosas que dice? ¿Y qué sabiduría es ésta que se le ha dado? ¿Y de dónde tantas maravillas como obra? 3 ¿No es éste aquel artesano, hijo de María, primo hermano de Santiago, y de José, y de Judas y de Simón? ¿Y sus primas hermanas no moran aquí entre nosotros? Y los tenía desconcertados.

4 Mas Jesús les decía: Cierto que ningún profeta está sin honor, o estimación, sino en su patria, en su casa y en su parentela.

5 Por lo cual no podía obrar allí milagro alguno. Curó solamente algunos pocos enfermos imponiéndoles las manos. 6 Y se admiraba de la incredulidad de aquellas gentes, y andaba predicando por todas las aldeas del contorno.

7 Y habiendo convocado a los doce, comenzó a enviarlos de dos en dos a predicar, dándoles potestad sobre los espíritus inmundos.

8 Y les mandó que nada se llevasen para el camino, sino el solo báculo o bordón; sin alforja, ni pan, o dinero en el cinto, o faja,

9 con sólo un calzado de sandalias, y sin muda de dos túnicas.

10 Les advertía asimismo: Dondequiera que tomareis posada, estaos allí hasta salir del lugar. 11 Y dondequiera que os desecharen, y no quieran escucharos, retirándoos de allí, sacudid el polvo de vuestros pies, en testimonio contra ellos.

12 De esta suerte salieron a predicar, exhortando a todos los que hiciesen penitencia. 13 Y lanzaban muchos demonios, y ungían a muchos enfermos con óleo y los sanaban.

14 Oyendo estas cosas el rey Herodes (pues se había hecho ya célebre el nombre de Jesús ), decía: Sin duda que Juan Bautista ha resucitado de entre los muertos; y por eso tiene la virtud de hacer milagros.

15 Otros decían: No es, sino Elías. Otros: Este es un profeta igual a los principales profetas. 16 Mas Herodes , habiendo oído esto, dijo: Este es aquel Juan a quien yo mandé cortar la cabeza, el cual ha resucitado de entre los muertos. 17 Porque el dicho Herodes había enviado a prender a Juan, y lo encerró en la cárcel por amor de Herodías, mujer de su hermano Filipo, con la cual se había casado.

18 Porque Juan decía a Herodes : No te es lícito tener por mujer a la que lo es de tu hermano.

19 Por eso Herodías le armaba asechanzas y deseaba quitarle la vida; pero no podía conseguirlo, 20 porque Herodes , sabiendo que Juan era un varón justo y santo, le temía y miraba con respeto, y hacía muchas cosas por su consejo, y le oía con gusto. 21 Mas, en fin, llegó un día favorable al designio de Herodías, en que por fiesta del nacimiento de Herodes convidó éste a cenar a los grandes de su corte, y a los primeros capitanes de sus tropas y a la gente principal de Galilea; 22 entró la hija de Herodías, bailó, y agradó tanto a Herodes y a los convidados, que dijo el rey a la muchacha: Pídeme cuanto quisieses, que te lo daré; 23 y le añadió con juramento: Sí, te daré todo lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino. 24 Y habiendo ella salido, dijo a su madre: ¿Qué pediré? Le respondió: La cabeza de Juan Bautista. 25 Y volviendo al instante a toda prisa adonde estaba el rey, le hizo esta demanda: Quiero que me des luego en una fuente la cabeza de Juan Bautista. 26 El rey se puso triste; mas en atención al impío juramento, y a los que estaban con él a la mesa, no quiso disgustarla, 27 sino que enviando a un soldado, mandó traer la cabeza de Juan en una fuente. El soldado, pues, le cortó la cabeza en la cárcel; 28 y la trajo en una fuente, y se la entregó a la muchacha, que se la dio a su madre. 29 Lo cual sabido, vinieron sus discípulos y cogieron su cuerpo y le dieron sepultura.

30 Los apóstoles, pues, de vuelta de su misión, reuniéndose con Jesús , le dieron cuenta de todo lo que habían hecho y enseñado.

31 Y él les dijo: Venid a retiraros conmigo en un lugar solitario, y reposaréis un poquito; porque eran tantos los que lo seguían, que ni aun tiempo de comer les dejaban.

32 Embarcándose, pues, fueron a buscar un lugar desierto para estar allí solos. 33 Mas como al irse los vieron y observaron muchos, de todas las ciudades vecinas acudieron por tierra a aquel sitio, y llegaron antes que ellos. 34 Desembarcando, vio Jesús la mucha gente que le aguardaba, y se le enternecieron con tal vista las entrañas; porque andaban como ovejas sin pastor; y así se puso a instruirlos en muchas cosas.

35 Pero haciéndose ya muy tarde, se llegaron a él sus discípulos, y le dijeron: Este es un lugar desierto, y ya es tarde; 36 despáchalos, a fin de que vayan a las alquerías y aldeas a comprar qué comer.

37 Mas él les respondió: Dadles vosotros de comer. Y ellos le replicaron: Vamos, pues, y bien es necesario que gastemos doscientos denarios para comprar panes si es que les hemos de dar algo de comer. 38 Les dijo Jesús : ¿Cuántos panes tenéis? Id y miradlo. Habiéndolo visto, le dijeron: Cinco, y dos peces . 39 Entonces les mandó que hiciesen sentar a todos sobre la hierba verde, divididos en cuadrillas.

40 Así se sentaron repartidos en cuadrillas, de ciento en ciento, y de cincuenta en cincuenta. 41 Después, tomados los cinco panes y los dos peces , levantando los ojos al cielo los bendijo; y partió los panes y los dio a sus discípulos para que se los distribuyesen; igualmente repartió los dos peces entre todos;

42 y todos comieron y se saciaron. 43 Y de lo que sobró recogieron los discípulos doce canastos llenos de pedazos de pan, y de los peces ; 44 y eso que los que comieron fueron cinco mil hombres.

45 Inmediatamente obligó a sus discípulos a subir en la barca para que pasasen antes que él al otro lado del lago, hacia Betsaida, mientras él despedía al pueblo.

46 Así que le despidió, se retiró a orar en el monte.

47 Venida la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra, 48 desde donde viéndolos remar con gran fatiga (por cuanto el viento les era contrario), a eso de la cuarta vela de la noche vino hacia ellos caminando sobre el mar, e hizo ademán de pasar adelante.

49 Mas ellos, como le vieron caminar sobre el mar, pensaron que era algún fantasma, y levantaron el grito; 50 porque todos le vieron y se asustaron. pero Jesús les habló luego, y dijo: ¡Buen ánimo!, soy yo, no tenéis que temer. 51 Y se metió con ellos en la barca, y se echó al instante el viento, con lo cual quedaron mucho más asombrados. 52 Y es que no habían hecho reflexión sobre el milagro de los panes; porque su corazón estaba aún ofuscado.

53 Atravesado, pues, el lago, arribaron a tierra de Genezaret, y abordaron allí.

54 Apenas desembarcaron, cuando luego fue conocido. 55 Y recorriendo toda la comarca empezaron las gentes a sacar en andas a todos los enfermos, llevándolos donde oían que paraba. 56 Y doquiera que llegaba fuesen aldeas o alquerías, o ciudades, ponían los enfermos en las calles, suplicándole que les dejase tocar siquiera el ruedo de su vestido; y todos cuantos le tocaban quedaban sanos.
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