AL salir del templo, le dijo uno de sus discípulos: Maestro, mira qué piedras y que construcción tan asombrosa.

2 Jesús le dio por respuesta: ¿Vez todos esos magníficos edificios? Pues serán de tal modo destruidos, que no quedará piedra sobre piedra.

3 Y estando sentado en el monte de los Olivos de cara al templo, le preguntaron aparte Pedro y Santiago, y Juan y Andrés: 4 Dinos, ¿cuándo sucederá eso?, y ¿qué señal habrá de que todas estas cosas están a punto de cumplirse? 5 Jesús tomando la palabra, les habló de esta manera: Mirad que nadie os engañe;

6 porque muchos vendrán arrogándose mi nombre, y diciendo: Yo soy el Mesías; y con falsas señales seducirán a muchos. 7 Cuando sintiereis alarmas y rumores de guerras, no os turbéis por eso; porque si bien han de suceder estas cosas, no ha llegado aún con ellas el fin; 8 puesto que se armará nación contra nación, y reino contra reino, y habrá terremotos en varias partes, y hambres. Y esto no será sino el principio de los dolores. 9 Entretanto vosotros estad sobre aviso en orden a vuestras mismas personas. Por cuanto habéis de ser llevados a los tribunales, y azotados en las sinagogas, y presentados por causa de mí ante los gobernadores y reyes, para que déis delante de ellos testimonio de mí. 10 Mas primero debe ser predicada la buena nueva a todas las naciones. 11 Cuando, pues, llegare el caso de que os lleven para entregaros en sus manos, no discurráis de antemano lo que habéis de hablar; sino hablad lo que os será inspirado en aquel trance; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo.

12 Entonces el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres, y les quitarán la vida. 13 Y vosotros seréis aborrecidos de todo el mundo por causa de mi nombre. Mas quien perseverare hasta el fin, éste será salvo.

14 Cuando viereis la abominación de la desolación, establecida donde menos debiera (el que lea esto, haga reflexión), entonces los que moran en Judea, huyan a los montes;

15 y el que se encuentre en el terrado, no baje a casa, ni entre a sacar de ella cosa alguna; 16 y el que esté en el campo no torne atrás a tomar su vestido. 17 Mas, ¡ay de las que estarán encinta, y de las que criarán en aquellos días! 18 Por eso rogad a Dios que no sucedan estas cosas durante el invierno. 19 Porque serán tales las tribulaciones de aquellos días cuales no se han visto desde que Dios creó al mundo, hasta el presente, ni se verán. 20 Y si el Señor no hubiere abreviado aquellos días, no se salvaría hombre alguno; mas en gracia de los escogidos, que él eligió los ha abreviado. 21 Entonces si alguno os dijere: Ve aquí el Cristo , o vele allí, no lo creáis;

22 porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, los cuales harán milagros y prodigios para seducir, si se pudiese, a los mismos escogidos. 23 Por tanto, vosotros estad sobre aviso; ya veis que os lo he predicho todo a fin de que no seáis sorprendidos.

24 Y pasados aquellos días de tribulación, el sol se oscurecerá, y la luna no alumbrará;

25 y las estrellas del cielo caerán, y las potestades que hay en los cielos, serán sacudidas. 26 Entonces se verá venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y gloria; 27 el cual enviará luego sus ángeles, y congregará a sus escogidos de las cuatro partes del mundo, desde el último cabo de la tierra, hasta la extremidad del cielo.

28 Aprended ahora sobre esto una comparación tomada de la higuera: Cuando ya sus ramas retoñan, y brotan las hojas, conocéis que está cerca el verano. 29 Pues así también, cuando vosotros veáis que acontecen estas cosas, sabed que el Hijo del hombre está cerca, está ya a la puerta. 30 En verdad os digo que no pasará esta generación, sin que se hayan cumplido todas estas cosas 31 El cielo y la tierra faltarán; pero no faltarán mis palabras.

32 Mas en cuanto al día o a la hora nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo; sólo el Padre. 33 Estad, pues alerta, velad y orad, ya que no sabéis cuándo será el tiempo.

34 A la manera de un hombre que saliendo a un viaje largo dejó su casa, y señaló a cada uno de sus criados lo que debía hacer, y mandó al portero que velase, 35 velad, pues, vosotros, (porque no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si a la tarde o a la medianoche o al canto del gallo, o al amanecer), 36 no sea que viniendo de repente, os encuentre dormidos. 37 En fin, lo que a vosotros os digo, a todos lo digo: Velad.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Ilustración
Atlas