¡OH Israel, si te has de convertir de tus extravíos, conviértete a mí de corazón, dice el Señor! Si quitas tus escándalos o ídolos de mi presencia, no serás removido de tu tierra. 2 Y sea tu juramento (hecho con verdad, en juicio, y con justicia): Viva el Señor; y bendecirán y alabarán al Señor las naciones todas.

3 Porque esto dice el Señor a los varones de Judá y de Jerusalén : Preparad surco barbecho, y no sembréis sobre espinas.

4 Circuncidaos por amor del Señor, y separad de vuestro corazón las inmundicias, ¡oh vosotros, varones de Judá, y moradores de Jerusalén !, no sea que se manifieste cual fuego abrasador mi enojo, y suceda un incendio, y no haya quien pueda apagarle por causa de la malicia de vuestros designios.

5 Anunciad, pues, a Judá todo esto, y contadlo a Jerusalén ; echad la voz, y tocad la trompeta por todo el país. Gritad fuerte y decid: Jun-taos y encerrémonos en las ciudades fortificadas. 6 Alzad en Sión el estandarte; fortificaos, y no os detengáis; porque yo hago venir del septentrión el azote y una gran desolación.

7 Ha salido el león de su guarida, y se ha alzado el destrozador o conquistador de las gentes: se ha puesto en camino para asolar tu tierra; arruinadas serán tus ciudades, sin que quede un solo morador. 8 Por tanto vestíos de cilicio, prorrumpid en llanto y en alaridos; pues la tremenda indignación del Señor no se ha apartado de nosotros. 9 En aquel día, dice el Señor, desfallecerá el corazón del rey, y el corazón de los príncipes; estarán atónitos los sacerdotes, y consternados los profetas.

10 Y yo dije al oír eso: ¡Ay, ay, Señor Dios mío! ¡Ay!, ¿y es posible que hayas permitido que los falsos profetas alucinasen a este pueblo tuyo, y a Jerusalén , diciendo: Paz tendréis vosotros; cuando he aquí que la espada del enemigo ha penetrado hasta el corazón?

11 En aquel tiempo se dirá a este pueblo y a Jerusalén : Un viento abrasador sopla de la parte del desierto, en el camino que viene de Babilonia a la hija de mi pueblo, y no es viento para aventar y limpiar el grano. 12 Un viento más impetuoso me vendrá de aquel lado, y entonces yo les haré conocer la severidad de mis juicios. 13 He aquí que el ejército enemigo vendrá como una espesa nube, y sus carros de guerra como un torbellino; más veloces que águilas son sus caballos. ¡Ay desdichados de nosotros!, dirán entonces: Somos perdidos.

14 Lava, pues, ¡oh Jerusalén !, tu corazón de toda malicia, si quieres salvarte. ¿Hasta cuándo tendrán acogida en ti los pensamientos nocivos o perversos? 15 Mira que ya se oye la voz de uno que llega de Dan, y anuncia y hace saber que el ídolo está viniendo por el monte de Efraín. 16 Decid, pues, a las gentes: Sabed que se ha oído en Jerusalén que vienen las milicias o tropas enemigas de lejanas tierras, y han alzado ya el grito contra las ciudades de Judá. 17 Se estarán día y noche alrededor de ella como los guardas en las heredades; porque me ha provocado a ira, dice el Señor. 18 Tus procederes y tus pensamientos te han ocasionado, ¡oh Jerusalén !, estas cosas; esa malicia tuya es la causa de la amargura que ha traspasado tu corazón.

19 ¡Ay!, mis entrañas, las entrañas mías se han conmovido de dolor y congoja; todos los interiores afectos de mi corazón están en desorden; no puedo callar cuando ha oído ya mi alma el sonido de la trompeta, el grito de la batalla. 20 Ha venido desastre sobre desastre, y ha quedado asolada toda la tierra, de repente, en un momento fueron derribadas mis tiendas y pabellones. 21 ¿Hasta cuándo he de ver fugitivos a los de mi pueblo, y he de oír el sonido de la trompeta enemiga?

22 El necio pueblo mío, dice el Señor, no me conoció, hijos insensatos son y mentecatos; para hacer el mal son sabios; mas el bien no saben hacerlo.

23 Eché una mirada a la tierra, y la vi vacía y sin nada; y a los cielos, y no había luz en ellos. 24 Miré los montes, y reparé que temblaban, y que todos los collados se estremecían. 25 Estuve observando la Judea, y no se veía un hombre siquiera; y se habían retirado del país todas las aves del cielo. 26 Miré y vi convertidas en un desierto sus fértiles campiñas; todas sus ciudades han quedado destruidas a la presencia del Señor, a la presencia de su tremenda indignación. 27 Pero he aquí lo que dice el Señor: Toda la tierra de Judá quedará desierta, mas no acabaré de arruinarla del todo. 28 Llorará la tierra, y se enlutarán arriba los cielos, por razón de lo que decreté; lo resolví y no me arrepentí, ni ahora cambio de parecer. 29 Al ruido de la caballería y de los arqueros echó a huir toda la ciudad; corrieron a esconderse entre los riscos, se subieron a los peñascos; fueron desamparadas todas las ciudades, sin que quedase en ellas un solo habitante. 30 ¿Y qué harás ahora, oh desolada hija de Sión? ¿Qué harás? Por más que te vistas de grana, aunque te adornes con joyas de oro, y pintes con antimonio tus ojos, en vano te engalanarás; tus amantes te han desdeñado, quieren acabar contigo. 31 Porque he oído gritos como de mujer que está de parto, ansias y congojas como de primeriza; la voz de la hija de Sión moribunda que extiende sus manos, y dice: ¡Ay de mí!, que me abandona mi alma al ver la mortandad de mis hijos.
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