LA sabiduría se fabricó una casa o palacio; a este fin labró siete columnas. 2 Inmoló sus víctimas para el convite; compuso el vino, y preparó la mesa. 3 Envió sus criadas a convidar que viniesen al alcázar; y desde las murallas de la ciudad gritaba: 4 Quien sea párvulo o sencillo, venga a mí. Y a los que no tienen juicio, les dijo: 5 Venid a comer de mi pan y a beber el vino que os tengo preparado.

6 Dejad las niñerías; y vivid y caminad por las sendas de la prudencia.

7 El que instruye al mofador o impío, se acarrea ignominia, y el que corrige al desalmado, se adquiere infamia. 8 No quieras reprender al mofador, para que no te aborrezca. Corrige al sabio, y te amará. 9 Dad al sabio ocasión de aprender, y crecerá en sabiduría; enseña al justo, y se apresurará a aprender.

10 El principio de la sabiduría es el temor del Señor; y la ciencia de los santos es la verdadera prudencia.

11 Porque por mí se multiplicarán tus días, y se te añadirán años de vida. 12 Si fueres sabio, para tu provecho lo serás; mas si eres un mofador, tú solo pagarás la pena.

13 Una mujer loca y habladora, y rebosando caricias, y que no sabe nada sino el seducir, 14 se sentó en una silla a la puerta de su casa, en un lugar alto de la ciudad, 15 para llamar a los que pasan por la calle, a los que van en derechura por su camino, diciéndoles: 16 El que es mozuelo o simple, tuerza hacia mí su paso; y al mentecato le dijo: 17 Las aguas hurtadas o deleites prohibidos son más dulces, y el pan tomado a escondidas es más sabroso. 18 Y no sabe el mentecato que allí con ella están los gigantes o demonios; y que sus convidados caen en lo más profundo del infierno.
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