Y Fasur, hijo o descendiente del sacerdote Emmer, y que era uno de los prefectos de la casa del Señor, oyó a Jeremías que profetizaba tales cosas. 2 E irritado Fasur hirió al profeta Jeremías, y lo puso en el cepo, que estaba en la puerta superior de Benjamín, en la casa del Señor. 3 Al amanecer del siguiente día, sacó Fasur del cepo a Jeremías; el cual le dijo: El Señor no te llama ya Fasur, sino el Espantado por todas partes. 4 Porque esto dice el Señor: Sábete; que yo te llenaré de espanto a ti y a todos tus amigos, los cuales perecerán al filo de la espada de sus enemigos, y es cosa que la verás con tus ojos; y entregaré a todo Judá en poder del rey de Babilonia, quien trasladará sus habitantes a Babilonia, y a muchos los pasará a cuchillo. 5 Y todas las riquezas de esta ciudad, y todas sus labores, y cuanto haya de precioso, y los tesoros todos de los reyes de Judá los entregaré en manos de sus enemigos; los cuales los robarán, y cargarán con ellos, y las conducirán a Babilonia. 6 Mas tú, ¡oh Fasur!, y todos los moradores de tu casa iréis cautivos; y tú irás a Babilonia, y allí morirás, y allí serás enterrado tú y todos tus amigos a quienes profetizaste mentiras.

7 ¡Oh Señor!, tú me deslumbraste, al encargarme este penoso ministerio; y yo quedé deslumbrado, yo ya me resistía; pero tú fuiste más fuerte que yo, y te saliste con la tuya; yo soy todo el día objeto de burla, todos hacen mofa de mí; 8 porque ya tiempo hace que estoy clamando contra la iniquidad, y anunciando a voz en grito la devastación; y la palabra del Señor no me acarrea más que continuos oprobios y escarnios. 9 Y así dije para conmigo: No volveré más a hacer mención de ella, y no hablaré más en nombre del Señor. Pero luego sentí en mi corazón como un fuego abrasador, encerrado dentro de mis huesos, y desfallecí, no teniendo fuerzas para aguantarlo. 10 El hecho es que oí las maldiciones de muchos, y el terror se apoderó de mí por todos lados: Perseguidle, persigámosle, oí que decían todos aquellos mismos que vivían en paz conmigo, y estaban a mi lado; observemos si comete alguna falta; que en tal caso, prevaleceremos contra él y tomaremos de él venganza. 11 Pero el Señor, cual esforzado campeón está conmigo; por eso caerán y quedarán sin fuerzas aquellos que me persiguen; quedarán sumamente avergonzados por no haber logrado su intento, con un oprobio sempiterno, que jamás se borrará.

12 Y tú, oh Señor de los ejércitos, que haces prueba del justo, tú que disciernes los afectos interiores del corazón, haz que yo te vea tomar de ellos una justa venganza; porque a ti te tengo encomendada mi causa.

13 Cantad himnos al Señor, alabad al Señor, porque él es el que ha librado el alma del pobre de las garras de los malvados; del pobre que, como fuera de sí, decía:

14 Maldito el día en que nací; no sea bendito el día en que mi madre me parió.

15 Maldito aquel hombre que dio la nueva a mi padre, diciéndole: Te ha nacido un hijo varón; como quien pensó colmarle de gozo. 16 Sea tal hombre como están las ciudades que asoló el Señor sin tener de ellas compasión; oiga gritos por la mañana y aullidos al medio-día. 17 ¡Que no me hiciera morir Dios en el seno materno, de modo que la madre mía fuese mi sepulcro, y fuese eterna su preñez! 18 ¿Para qué salí del seno materno a padecer trabajos y dolores, y a que se consumiesen mis días en continua afrenta?
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