Y levanté mis ojos, y estaba observando; y he aquí un varón que tenía en su mano una cuerda como de medidor. 2 Y dije yo: ¿Adónde vas? Voy a medir a Jerusalén , me respondió, para ver cuánta es su latitud y cuánta su longitud. 3 Y he aquí que salió fuera el ángel que hablaba conmigo, y otro ángel le salió al encuentro, 4 y le dijo: Corre, habla a ese joven, y dile: Sin muros será habitada Jerusalén a causa de la multitud de personas y de animales que contendrá en su recinto. 5 Pero yo seré para ella, dice el Señor, como una muralla de fuego que la rodeará, y yo seré glorificado en medio de ella.

6 ¡Ah!, huid, huid, ahora de la tierra del norte, dice el Señor; puesto que os dispersé yo por los cuatro vientos del cielo, dice el Señor. 7 Huye, oh Sión, tú que habitas en la ciudad de Babilonia. 8 Porque esto dice el Señor de los ejércitos; el cual, después de restituida vuestra gloria, me enviará a las naciones que os despojaron (porque quien os tocare a vosotros, toca en las niñas de mis ojos).

9 He aquí que levanto yo mi mano contra ellas, y serán presa de aquellos que fueron esclavos suyos; y conoceréis que el Señor de los ejércitos es el que me ha enviado.

10 Canta himnos de alabanza, y alégrate, oh hija de Sión, porque mira, yo vengo y moraré en medio de ti, dice el Señor. 11 Y en aquel día se allegarán al Señor muchas naciones, y serán también pueblo mío, y yo habitaré en medio de ti: y tú conocerás que el Señor de los ejércitos me ha enviado a ti.

12 Y poseerá a Judá como herencia suya en la tierra santa; y escogerá otra vez a Jerusalén .

13 Callen todos los mortales ante el acatamiento del Señor; porque él se ha levantado, y ha salido ya de su santa morada.
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