¿QUÉ podréis ver en la Sulamita sino coros de música en medio de escuadrones armados? ¡Oh hermosa Princesa, y con qué gracia andan esos tus pies colocados en tan rico calzado! Las junturas de tus muslos son como goznes o charnelas, labrados de mano maestra. 2 Es ese tu seno cual taza hecha a torno, que nunca está exhausta de preciosos licores. Tu vientre como montoncito de trigo, cercado de azucenas. 3 Como dos cervatillos mellizos son tus dos pechos. 4 Es tu cuello terso y blanco como torre de marfil. Tus ojos son como los cristalinos estanques de Hesebón, situados en la puerta más concurrida de las gentes. La nariz tuya tan bien formada como la graciosa torre del Líbano, que mira frente por frente de Damasco. 5 Elevada y majestuosa es tu cabeza, como el Carmelo; y los cabellos de ella, como púrpura de rey puesta en flecos. 6 ¡Cuán bella y agraciada eres, oh amabilísima y deliciosísima Princesa! 7 Parecido es tu talle a la gallardía de la palma, y tus pechos a los hermosos racimos. 8 Yo digo: Subiré a este palmero y cogeré sus frutos, y serán para mí tus pechos como racimos de uvas, y el olor de tu boca, como de manzanas. 9 La voz de tu garganta así deleita como el más generoso vino. Debido a mi amado para que lo beba, y se saboree en él conservándole entre sus dientes y labios.

10 Yo soy dichosa porque soy toda de mi amado, y su corazón está siempre inclinado a mí. 11 ¡Ea!, ven querido esposo mío, salgamos al campo, moremos en las granjas. 12 Levantémonos de mañana para ir a las viñas, miremos si están en cierne las vides, si las flores brotan ya los frutos, si florecen los granados; allí te abriré con más libertad mi corazón. 13 Las mandrágoras están despidiendo su fragancia. Allí tenemos a nuestras puertas toda suerte de frutas exquisitas. Las nuevas y las añejas todas las he guardado para ti, ¡oh amado mío!
Pater
Filius
Spiritus Sanctus
Angelorum
Satan
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