Y habló el Señor a Moisés, diciendo: 2 Habla a Aarón y a sus hijos, y a todos los hijos de Israel, diciéndoles: Este es mandato expreso del Señor, que dice: 3 Cualquier hombre de la casa de Israel que matare buey, u oveja, o cabra en el campamento, o fuera de él, 4 en lugar de ofrecerlos a la puerta del Tabernáculo en sacrificio al Señor, será reo de muerte; y así será exterminado de la sociedad de su pueblo, como si hubiese cometido un homicidio. 5 Por tanto los hijos de Israel deben presentar al sacerdote las víctimas, en vez de matarlas como antes en el campo; para que sean consagradas al Señor ante la puerta del Tabernáculo del Testimonio, y sacrificadas por los sacerdotes al Señor como víctimas pacíficas. 6 El sacerdote, pues, derramará la sangre sobre el altar del Señor a la puerta del Tabernáculo del Testimonio, y quemará la grasa en olor de suavidad al Señor; 7 y nunca más ya inmolen sus víctimas a los demonios, a cuyo culto se han prostituido. Ley sempiterna será ésta para ellos y sus descendientes. 8 Dirás también a los mismos: Cualquiera de la casa de Israel y de los advenedizos que moran entre vosotros que ofreciere holocausto o víctima, 9 y no la trajere a la entrada del Tabernáculo del Testimonio, para que sea ofrecida al Señor, será exterminado de la sociedad de su pueblo.

10 Si algún hombre de la casa de Israel y de los forasteros habitantes entre ellos, comiere sangre, yo fijaré sobre él mi rostro airado, y le exterminaré de la sociedad de su pueblo. 11 Por cuanto la vida del animal está o se sustenta con la sangre, y os la he dado yo para que con ella satisfagáis sobre el altar por vuestras almas, y la sangre sirva de expiación o rescate por el alma. 12 Por eso tengo dicho a los hijos de Israel: Ninguno de vosotros comerá sangre, ni tampoco los forasteros que moran entre vosotros. 13 Cualquiera de los hijos de Israel y de los forasteros que moran entre vosotros, si caza, o prende fiera o ave, que sea lícito comer, derrame su sangre y cúbrala con tierra. 14 Porque la vida de todo animal está en la sangre; por cuya razón he dicho a los hijos de Israel: No comeréis sangre de ningún animal; puesto que la vida de la carne está en la sangre; y todo aquél que la comiere, será castigado de muerte.

15 Cualquier persona de los naturales o extranjeros que comiere carne de algún animal que se ha muerto por sí mismo, o ha sido destrozado por alguna bestia, lavará sus vestidos y su cuerpo con agua, y quedará inmundo hasta la tarde, y de este modo se limpiará.

16 Mas si no lavare su vestido y cuerpo, llevará la pena de su iniquidad.
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