¿POR ventura, oh Job, tienes noticias del tiempo en que las cabras monteses dan a luz entre las breñas, o has observado las ciervas al tiempo de su parto? 2 ¿Tienes contados los meses de su preñez, y sabes el tiempo de su parto? 3 Se encorvan para dar a luz su cría, y paren dando grandes bramidos. 4 Se separan muy pronto de ellas sus hijos, y van a pacer; salen, y no vuelven a verlas más. 5 ¿Quién dejó en libertad al asno montés, y quién soltó sus ataduras? 6 Yo le di casa en el desierto y albergue en una tierra estéril. 7 El desprecia el gentío de las ciudades; no oye los gritos de un amo duro. 8 Tiende su vida alrededor por los montes, donde pace, y anda buscando todo lo verde. 9 Dime: ¿querrá servirte a ti el rinoceronte, o permanecerá en su pesebre? 10 ¿Podrás tú uncirlo con la coyunda para que are? ¿O romperá en pos de ti los terrones de tus campos? 11 ¿Te fiarás por ventura de su gran fuerza, para dejar a su cuidado la labranza de sus tierras? 12 ¿Crees tú que él te ha de volver lo que has sembrado, y que te llenará de trigo la era?

13 La pluma del avestruz es semejante a la pluma de la cigüeña y del gavilán. 14 ¿Cuándo, pues, esta ave abandona sus huevos en tierra, por ventura serás tú quién los calentará o empollará debajo del polvo? 15 No precave ella que ningún pie los pise, ni que los huellen las bestias del campo. 16 Es insensible y dura para con sus hijos como si fuesen ajenos, inutiliza su trabajo, sin verse forzada a ello por temor alguno; 17 sino porque le negó el Señor para eso el instinto, y no le dio el discernimiento. 18 Sin embargo, cuando llega la ocasión de verse perseguida, ayuda con las alas sus pies, y deja burlados al caballo y al caballero.

19 Dime: ¿Sabrías tú dar al caballo la valentía que tiene, o llenar de relinchos su erguido cuello? 20 Lo harás tú brincar y volar como langosta? Causa terror el fogoso bufido de sus narices. 21 Escarba la tierra con su pezuña; se encabrita con brío; corre con ardor al encuentro de los enemigos armados; 22 no conoce el miedo, ni se rinde a la espada; 23 oye sobre sí el ruido de la aljaba, el vibrar de la lanza, y el manejo del escudo, 24 y lejos de asustarse, espumando y tascando el freno, parece que quiere sorberse la tierra, ni aguarda el sonido de la trompeta. 25 Oyendo el clarín, como que dice con sus relinchos: Ea, vamos allá. Huele de lejos la batalla, y percibe la exhortación de los capitanes, y la gritería del ejército.

26 ¿Es acaso efecto de tu sabiduría el modo con que renueva cada año sus plumas el gavilán, extendiendo sus alas hacia el mediodía? 27 ¿Es por tu orden que se remonta el águila y coloca su nido en lugares elevados? 28 Ella mora entre breñas, y tiene su habitación en peñascos escarpados y riscos inaccesibles. 29 Desde allí está acechando la presa, pues sus ojos atisban desde muy lejos. 30 Sus aguiluchos chupan la sangre, y doquiera que hay carne muerta, al punto está encima.
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