PROFECÍA que se reveló a Jeremías, acerca de todo el pueblo de Judá, en el año cuarto de Joakim, hijo de Josías, rey de Judá; que es el año primero de Nabucodonosor, rey de Babilonia;

2 la cual predicó Jeremías, profeta, a todo el pueblo de Judá y a todos los habitantes de Jerusalén , diciendo: 3 Desde el año decimotercero de Josías, hijo de Amón, rey de Judá, hasta el día de hoy, en que han pasado veintitrés años, el Señor me ha hecho oír su palabra, y yo os la he estado anunciando, levantándome antes de amanecer para predicaros, y vosotros no me habéis escuchado. 4 Asimismo el Señor os ha enviado muy a tiempo todos sus siervos los profetas; sin que vosotros, mientras los iba enviando, los escuchaseis, ni aplicaseis vuestros oídos para atender 5 cuando él os decía: Convertíos cada uno de vosotros de vuestra malvada conducta y de vuestras pésimas inclinaciones, y con eso moraréis por todos los siglos en la tierra que el Señor os dio a vosotros y a vuestros padres;

6 y no queráis ir en pos de dioses ajenos para adorarlos y servirlos; ni me provoquéis a ira con las obras de vuestras manos, y yo no os enviaré aflicciones. 7 Pero vosotros, dice el Señor, no me habéis escuchado; antes me habéis irritado con vuestras fechorías para vuestro propio daño. 8 Por lo cual, esto dice el Señor de los ejércitos: Por cuanto no habéis atendido a mis palabras, 9 sabed que yo reuniré, y enviaré, dice el Señor, todas las familias o pueblos del Norte con Nabucodonosor, rey de Babilonia, ministro o instrumento mío, y los conduciré contra esta tierra y contra sus habitantes, y contra todas las naciones circunvecinas, y daré cabo de ellos, y los reduciré a ser el pasmo y el escarnio de todos, y a una soledad perdurable todas sus ciudades.

10 Y desterraré de entre ellos las voces de gozo y las voces de alegría, la voz o cantares del esposo y de la esposa, el ruido de la tahona y las luces que alumbran las casas. 11 Y toda esta tierra quedará hecha una soledad espantosa; y todas estas gentes servirán al rey de Babilonia por espacio de setenta años.

12 Y cumplidos que sean los setenta años, yo tomaré cuentas al rey de Babilonia y a aquella nación, dice el Señor, castigando sus iniquidades, y a todo el país de los caldeos, reduciéndolo a un eterno páramo.

13 Yo verificaré sobre aquella tierra todas las palabras que he pronunciado contra ella; todo lo que está escrito en este libro, todas cuantas cosas ha profetizado Jeremías contra todas las naciones, 14 pues a ellos sirvirán, sin embargo a muchas naciones y reyes poderosos; y yo les daré el pago merecido, y según las fechorías que han cometido.

15 Porque esto dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Toma de mi mano esa copa de vino de mi furor, y darás a beber de él a todas las gentes a quienes yo te envío; 16 y beberán de él, y se turbarán y perderán el juicio, a vista de la espada que yo desenvainaré contra ellas. 17 Tomé, pues, la copa de la mano del Señor, y di a beber de ella a todas las naciones a que el Señor me envió: 18 a Jerusalén y a las ciudades de Judá, y a sus reyes, y a sus príncipes, para convertir su tierra en una espantosa soledad, y en objeto de escarnio y de execración, como ya lo estamos viendo; 19 al faraón, rey de Egipto, y a sus ministros, y a sus grandes y a todo su pueblo; 20 y generalmente a todos, a todos los reyes de la tierra de Hus, y a todos los reyes del país de los filisteos, y a Ascalón, y a Gaza, y Accarón, y a los pocos que han quedado en Azoto, 21 y a la Idumea, y a Moab, y a los hijos de Amón, 22 y a todos los reyes de Tiro, y a todos los reyes de Sidón, y a los reyes de las islas que están al otro lado del mar Mediterráneo, 23 y a las provincias de Dedán y de Tema y de Buz, y a todos aquellos que llevan cortado el cabello a modo de corona, 24 y a todos los reyes de Arabia, y a todos los reyes del occidente, que habitan en el desierto, 25 y a todos los reyes de Zambri, y a todos los reyes de Elam, y a todos los reyes de los medos, 26 y asimismo a todos los reyes del norte, los de cerca y los de lejos. A cada uno de estos pueblos le di a beber del cáliz de la ira para irritarlo contra su hermano, y a todos cuantos reinos hay en la superficie de la tierra; y el rey de Sesac, o Babilonia, lo beberá después de ellos.

27 Y tú, ¡oh Jeremías!, les dirás: Esto dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Bebed y embriagaos hasta vomitar, y echaos por el suelo, y no os levantéis a la vista de la espada que yo voy a enviar contra vosotros. 28 Y cuando no quisieren recibir de tu mano la copa de mi ira para beber de ella, les dirás: Ved lo que dice el Señor de los ejércitos: La beberéis sin recurso. 29 ¿Es bueno que yo he de comenzar el castigo por Jerusalén , la ciudad en que ha sido invocado mi Nombre; y vosotros, como si fueseis inocentes, habíais de quedar impunes? No quedaréis exentos de castigo, pues yo desenvaino mi espada contra todos los moradores de la tierra, dice el Señor de los ejércitos.

30 Todas estas cosas les profetizarás y les dirás: El Señor rugirá como león desde lo alto, y desde su santa morada hará resonar su voz; rugirá fuertemente contra Jerusalén , lugar de su gloria; se oirá un grito de triunfo contra todos los habitantes de esta tierra, una algazara semejante a la de aquellos que pisan la vendimia.

31 Hasta el cabo del mundo llegó el estrépito de las armas de los caldeos; porque el Señor entra en juicio con las naciones, y disputa su causa contra todos los mortales. Yo he entregado a los impíos, dice el Señor, al filo de la espada. 32 Esto dice también el Señor de los ejércitos: Sabed que la tribulación pasará de un pueblo a otro pueblo, y de la extremidad de la tierra se alzará una espantosa tempestad. 33 Y aquellos a quienes el Señor haya entregado a la muerte en este día, quedarán tendidos por el suelo desde un cabo de la tierra hasta el otro; no serán llorados, nadie los recogerá, ni les dará sepultura; yacerán sobre la tierra como estiércol. 34 Prorrumpid en alaridos vosotros, ¡oh pastores!, y alzad el grito y cubríos de ceniza, ¡oh mayorales de la grey!, porque se han acabado vuestros días y vais a ser despedazados, y siendo vasos preciosos caeréis por tierra y os haréis pedazos. 35 Y no podrán escapar los pastores, ni ponerse a salvo los mayorales de la grey. 36 Se oirán las voces y la gritería de los pastores, y los alaridos de los mayorales de la grey, porque el Señor ha talado sus pastos, 37 y en las amenas campiñas reinará un triste silencio a la vista de la tremenda ira del Señor. 38 El cual, como león ha abandonado el lugar santo donde moraba, y luego ha quedado reducida toda la tierra de ellos a un páramo por la ira de la paloma y por la terrible indignación del Señor.
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