EN aquel tiempo, dice el Señor, arrojarán los caldeos fuera de los sepulcros los huesos de los reyes de Judá, y los huesos de sus príncipes, y los huesos de los sacerdotes, y los huesos de los profetas, y los huesos de los que habitaron en Jerusalén . 2 Y los dejarán expuestos al sol, y a la luna, y a toda la milicia o estrellas del cielo; que son las cosas que ellos han amado, y a las cuales han servido, y tras de las cuales han ido, y a las que han consultado, y han adorado como a dioses. Los huesos de los cadáveres no habrá quien los recoja ni entierre; quedarán como el estiércol sobre la superficie de la tierra. 3 Y todos aquellos que restaren de esta perversa raza, en todos los lugares o sitios abandonados a donde yo los arroje, dice el Señor de los ejércitos, preferirán más morir que vivir en tantos trabajos.

4 Tú, les dirás: Esto dice el Señor: ¿Acaso aquel que cae, no cuida de levantarse luego? ¿Y no procura volver a la senda el que se ha descarriado de ella? 5 ¿Pues por qué este pueblo de Jerusalén se ha rebelado con tan pertinaz obstinación? Ellos han abrazado la mentira y no han querido convertirse. 6 Yo estuve atento, y los escuché: Nadie habla cosa buena; nadie hay que haga penitencia de su pecado, diciendo: ¡Ay! ¿Qué es lo que yo he hecho? Al contrario, todos han vuelto a tomar la impetuosa carrera de sus vicios, como caballo que a rienda suelta corre a la batalla. 7 El milano conoce por la variación de la atmósfera su tiempo; la tórtola, y la golondrina y la cigüeña saben discernir constantemente la estación o tiempo de su trasmigración; pero mi pueblo no ha conocido el tiempo del juicio del Señor. 8 ¿Cómo decís: Nosotros somos sabios, y somos los depositarios de la ley del Señor? Os engañáis: La pluma de los doctores de la ley verdaderamente es pluma de error, y no ha escrito sino mentiras. 9 Confundidos están vuestros sabios, aterrados y presos, porque desecharon la palabra del Señor, y ni rastro hay ya en ellos de sabiduría. 10 Por este motivo yo entregaré sus mujeres a los extraños, sus tierras a otros herederos; porque desde el más pequeño hasta el más grande, todos se dejan llevar de la avaricia; desde el profeta o cantor, hasta el sacerdote; todos se ocupan en la mentira.

11 Y curan las llagas de la hija del pueblo mío con burlarse de ella, diciendo: Paz, paz; siendo así que no hay tal paz. 12 ¿Y están acaso corridos de haber hecho cosas abominables? Ni aun ligeramente han llegado a avergonzarse, ni saben qué cosa es tener vergüenza, por tanto serán envueltos en la ruina de los demás, y precipitados en el tiempo de la venganza, dice el Señor. 13 Pues yo los reuniré todos juntos para perderlos, dice el Señor, las viñas están sin uvas, y sin higos las higueras, hasta las hojas han caído; y las cosas que yo les diera, se les han escapado de las manos.

14 ¿Por qué nos estamos aquí quietos?, dirán ellos, juntémonos y entremos en la ciudad fuerte, y estémonos allí callando; puesto que el Señor Dios nuestro nos ha condenado al silencio, y nos ha dado a beber agua de hiel por haber pecado contra el Señor.

15 Aguardando estamos la paz, y este bien no viene; que llegue el tiempo de nuestro remedio, y sólo vemos terror y espanto.

16 Desde Dan se ha oído el relinchar de los caballos del enemigo; y al estrepitoso ruido de sus combatientes se ha conmovido toda la tierra; han llegado y han consumido el país y todas sus riquezas, las ciudades y sus moradores. 17 Porque he aquí que yo enviaré contra vosotros a los caldeos, como serpientes y viboras, contra los cuales no sirve ningún encantamiento y os morderán, dice el Señor.

18 Mi dolor es sobre todo dolor: Lleno de angustia está mi corazón. 19 Oigo la voz de Jerusalén , de la hija de mi pueblo, que clama desde tierras remotas: ¿Pues qué no está ya el Señor en Sión? ¿O no está dentro de ella su rey? Mas, ¿y por qué, sus moradores, responde el Señor, me provocaron a ira con sus simulacros y con sus vanas deidades extranjeras?

20 Se pasó la siega, dicen ellos, el verano se acabó, y nosotros no somos libertados. 21 Traspasado estoy de dolor y lleno de tristeza por la aflicción de la hija de mi pueblo; el espanto se ha apoderado de mí. 22 ¿Por ventura no hay resina o bálsamo en Galaad? ¿O no hay allí ningún médico? ¿Por qué, pues, no se ha cerrado la herida de la hija del pueblo mío?
Père
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Saint-Esprit
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