ENTONCES dijo el Señor a Samuel: ¿Hasta cuándo has tú de llorar a Saúl, habiéndole yo desechado para que no reine sobre Israel? Llena tu cuerno o botijo de óleo, y ven; que quiero enviarte a Isaí, natural de Betlehem; porque de entre sus hijos me he provisto de un rey.

2 A lo que respondió Samuel: ¿Cómo tengo que ir? Lo sabrá luego Saúl, y me quitará la vida. Dijo el Señor: Tomarás contigo un becerro de la vacada, y dirás que has ido allí a ofrecer sacrificios al Señor. 3 Y convidarás a Isaí a comer de la víctima, y yo te revelaré lo que debes hacer, y ungirás al que yo te señale.

4 Lo hizo, pues, Samuel como el Señor le había mandado. Fue a Betlehem, y lo extrañaron los ancianos de la ciudad; y saliéndole a recibir, le dijeron: ¿Es de paz tu venida? 5 De paz, respondió Samuel. Vengo a ofrecer sacrificio al Señor; purificaos, y venid conmigo al sacrificio. Purificó, pues, a Isaí y a sus hijos, y los convidó al sacrificio.

6 Así que hubieron entrado después en la sala del convite, viendo Samuel a Eliab, dijo en su interior: ¿Si será éste el que el Señor ha escogido para ungido suyo?

7 Respondió el Señor a Samuel: No mires a su buena presencia, ni a su grande estatura; porque no es ése el que he escogido; y yo no juzgo por lo que aparece a la vista del hombre; pues el hombre no ve más que lo exterior; mas el Señor ve en el fondo del corazón.

8 Llamó después Isaí a Abinadab, y lo presentó a Samuel, el cual dijo: No es éste el escogido del Señor. 9 Le trajo también a Samma, del cual dijo Samuel: Tampoco es éste el escogido del Señor.

10 Así le fue presentando Isaí sus siete hijos; y le dijo Samuel: A ninguno de éstos ha elegido el Señor. 11 Y añadió Samuel a Isaí: ¿No tienes ya más hijos? A lo que contestó: Aún tengo otro pequeño, que está apacentando ovejas. Dijo Samuel a Isaí: Envía por él, y tráelo aquí, que no nos pondremos a la mesa, hasta que él venga.

12 Envió por él Isaí, y se lo presentó. Era David un joven rubio de gallarda presencia y hermoso rostro. Dijo entonces el Señor: Ea, úngele, porque ése es. 13 Tomó, pues, Samuel el cuerno del óleo que había traído, y lo ungio en presencia de sus hermanos, y desde aquel día en adelante el espíritu del Señor quedó infundido en David; y Samuel se volvió a Rámata.

14 Al contrario, el espíritu del Señor se retiró de Saúl; y atormentábale un espíritu maligno por permisión del Señor. 15 Por lo que dijeron a Saúl sus cortesanos: Ya ves cómo te atormenta un espíritu malísimo. 16 Si tú, Señor nuestro, lo mandas, tus siervos que tienes aquí delante, buscarán un hombre hábil en tocar el arpa, para que cuando el Señor permita que te agite el mal espíritu, la toque y sientas algún alivio. 17 Respondió Saúl a sus criados: Enhorabuena, buscadme alguno que sea hábil en tañer y cantar, y traédmele. 18 A lo que contestando uno de los criados, dijo: Hace poco vi a un hijo de Isaí, natural de Betlehem, muy diestro en tañer el arpa, mozo muy valiente y hábil para la guerra, prudente en el hablar, y de gallarda presencia, y muy favorecido del Señor.

19 Con esto Saúl hizo decir a Isaí: Envíame a tu hijo David, que está con tus ganados. 20 En vista de lo cual tomó Isaí un asno, que cargó de panes, de un cántaro de vino, y de un cabrito recental, y se lo envió a Saúl por mano de su hijo David. 21 Y fue David y se presentó a Saúl; el cual le cobró mucho cariño, y lo hizo su escudero. 22 Y envió Saúl a decir a Isaí: Quédese David cerca de mí; porque ha hallado gracia en mis ojos. 23 Con esto siempre que asaltaba el mal espíritu a Saúl, cogía David el arpa y la tañía; con lo que Saúl se recreaba y sentía mucho alivio, pues se retiraba de él el espíritu malo.
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