OÍDO esto, todo el pueblo alzó el grito y estuvo llorando aquella noche:

2 y todos los hijos de Israel murmuraron contra Moisés y Aarón, diciendo: 3 Ojalá hubiéramos muerto en Egipto; y haga el cielo que perezcamos en esta vasta soledad, y no nos introduzca Dios en esa tierra, donde muramos al filo de la espada, y sean llevados cautivos nuestras mujeres y niños. ¿Pues no será mejor volvernos a Egipto? 4 Y así se dijeron unos a otros: Nombrémonos un caudillo y volvámonos a Egipto. 5 Lo que oyendo Moisés y Aarón, se postraron pecho por tierra delante de todo el concurso de los hijos de Israel. 6 Pero Josué, hijo de Nun y Caleb, hijo de Jefone, que habían también explorado la tierra, rasgaron sus vestidos,

7 y dijeron al pueblo de los hijos de Israel: La tierra que recorrimos es en extremo buena. 8 Si el Señor nos fuere propicio, nos introducirá en ella y nos hará dueños de un país que mana leche y miel. 9 No queráis ser rebeldes contra el Señor, ni temáis al pueblo de esa tierra, porque nos los comeremos a todos tan fácilmente como pan. Se hallan destituidos de toda defensa; el Señor está con nosotros; no los temáis.

10 Mas como gritase todo el pueblo y los quisiese matar a pedradas, se manifestó la gloria del Señor a todos los hijos de Israel sobre el Tabernáculo de la alianza. 11 Y dijo el Señor a Moisés: ¿Hasta cuándo ha de blasfemar de mí ese pueblo? ¿Hasta cuándo no han de creerme, después de tantos milagros como he hecho a su vista? 12 Los heriré, pues, con peste, y acabaré con ellos; y a ti te haré príncipe de una nación grande y más poderosa que no ésta.

13 Replicó Moisés al Señor: Pero los egipcios de cuyo poder sacaste a este pueblo,

14 y también los moradores de este país, que han oído que tú, ¡oh Señor!, estás en medio de este pueblo y te dejas ver cara a cara, y que tu nube los ampara, y que tú vas delante de ellos de día en la columna de nube y de noche en la de fuego,

15 sabrán, Señor, que has hecho morir tanta gente como si fuera un hombre solo, y dirán: 16 No ha tenido poder para introducirlos en la tierra que les prometió con juramento; y por eso los ha muerto en el desierto.

17 Sea, pues, engrandecida la fortaleza del Señor, como lo juraste, diciendo: 18 El Señor es paciente y de mucha misericordia, que quita el pecado y las maldades, que a ninguno deja de castigar por inocente, pues nadie lo es por sí, que castiga el pecado de los padres en los hijos hasta la tercera y la cuarta generación.

19 Perdona, te ruego, el pecado de este pueblo, según la grandeza de tu misericordia, así como les has sido propicio desde que salieron de Egipto hasta este sitio.

20 Respondió el Señor: Queda perdonado, conforme lo has pedido. 21 Juro por mi vida, que toda la redondez de la tierra se llenará de la gloria del Señor. 22 Sin embargo, todos los hombres que han visto la majestad mía, y los prodigios que tengo hechos en Egipto y en el desierto, y me han tentado ya por diez veces, y no han obedecido a mi voz, 23 no verán la tierra que prometí con juramento a sus padres: Ni uno siquiera de los que han blasfemado de mí la llegará a ver.

24 Pero a mi siervo Caleb, que lleno de otro espíritu me ha seguido, le introduciré yo en esa tierra que recorrió, y su descendencia la poseerá.

25 Y por cuanto el amalecita y el cananeo están en los valles vecinos, levantad mañana el campo y volveos al desierto por el camino del mar Rojo.

26 Y habló el Señor a Moisés y a Aarón, diciendo: 27 ¿Hasta cuándo esta perversísima gente ha de murmurar contra mí? He oído las quejas de los hijos de Israel. 28 Diles, pues: Juro por mi vida, dice el Señor, que he de hacer con vosotros puntualmente lo que he oído que hablabais. 29 En este desierto quedarán tendidos vuestros cadáveres. Cuantos fuisteis alistados de veinte años arriba y habéis murmurado contra mí.

30 no entraréis en esa tierra, la cual juré que os había de dar por morada: fuera de Caleb, hijo de Jefone, y de Josué, hijo de Nun.

31 Pero yo haré entrar en ella a vuestros pequeñuelos, de quienes dijisteis que vendrían a ser la presa de los enemigos para que vean la tierra que vosotros desestimasteis. 32 Vuestros cadáveres yacerán en el desierto. 33 Andarán vuestros hijos vagando por el desierto por espacio de cuarenta años, pagando la pena de vuestra apostasía hasta que sean consumidos en el mismo desierto los cadáveres de sus padres; 34 a proporción del número de los cuarenta días gastados en reconocer la tierra, contando año por día. Y así por espacio de cuarenta años pagaréis la pena de vuestras maldades y experimentaréis mi venganza.

35 Porque del modo que lo tengo dicho, así trataré a toda esta generación perversísima, que se ha levantado contra mí: En este desierto se irá consumiendo, y en él morirá.

36 Y en efecto todos aquellos hombres que Moisés envió a reconocer la tierra prometida y a la vuelta hicieron murmurar al pueblo contra él, publicando falsamente que la tierra era mala,

37 fueron heridos de muerte a la presencia del Señor. 38 Solamente Josué, hijo de Nun, y Caleb, hijo de Jefone, quedaron con vida, de todos los que fueron a explorar la tierra.

39 Y habiendo referido Moisés una por una todas estas palabras del Señor a los hijos de Israel, el pueblo prorrumpió en un amargo llanto. 40 Y luego al día siguiente, levantándose al amanecer, subieron a la cima del monte, y dijeron: Estamos prontos a ir al lugar de que habló el Señor; por cuanto conocemos haber pecado.

41 Y Moisés les dijo: ¿A qué fin queréis traspasar vosotros el mandato del Señor, cosa que nunca os saldrá bien? 42 No penséis, pues, en ir; porque el Señor no está con vosotros: sino es que queráis ser derrotados por vuestros enemigos.

43 El amalecita y el cananeo están en frente de vosotros, al filo de cuya espada pereceréis, por no haber querido rendiros al Señor; ni el Señor estará con vosotros. 44 Con todo eso, ellos ciegos y obstinados subieron a la cima del monte; mas el arca del Testamento del Señor y Moisés no se movieron de los campamentos. 45 Pero el amalecita y el cananeo que habitaban en la montaña, les salieron al encuentro; y batiéndolos y destrozándolos, los fueron persiguiendo hasta Horma.
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