VI también en el cielo otro prodigio grande y admirable: Siete ángeles que tenían en su mano las siete plagas que son las postreras; porque en ellas será colmada la ira o castigo de Dios. 2 Y vi así mismo cómo un mar de vidrio revuelto con fuego, y a los que habían vencido a la bestia, y a su imagen y al número de su nombre, que estaban sobre el mar transparente, teniendo unas cítaras de Dios, 3 y cantando el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandiosas y admirables son tus obras, ¡oh Señor Dios omnipotente!, justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos! 4 ¿Quién no te temerá, ¡oh Señor!, y no engrandecerá tu santo Nombre puesto que tú solo eres el Santo?; de aquí es que todas las naciones vendrán, y se postrarán en tu acatamiento, visto que tus juicios están manifiestos.

5 Después de esto miré otra vez; y he aquí que fue abierto en el cielo el templo del Tabernáculo del testimonio, o el lugar santísimo. 6 Y salieron del templo los siete ángeles que tenían las siete plagas en sus manos, vestidos de lino limpio y blanquísimo, y ceñidos junto a la altura del pecho con ceñidores de oro. 7 Y uno de los cuatro animales dio a los siete ángeles siete cálices de oro, llenos de la ira del Dios que vive por los siglos de los siglos. 8 Y se llenó el templo de humo a causa de la majestad de Dios, y de su virtud o grandeza; y nadie podía entrar en el templo hasta que las siete plagas de los siete ángeles fuesen terminadas.
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