HONRA al médico porque lo necesitas; pues el Altísimo es el que lo ha hecho para su bien. 2 Porque de Dios viene toda medicina; y será remunerada por el rey. 3 Al médico lo elevará su ciencia a los honores; y será celebrado ante los magnates. 4 El Altísimo es quien creó de la tierra los medicamentos y el hombre prudente no los desechará. 5 ¿No endulzó un palo las aguas amargas?

6 La virtud de los medicamentos pertenece al conocimiento de los hombres; y el Señor se la ha descubierto para que lo glorifiquen por sus maravillas. 7 Con ellos cura y mitiga los dolores, y el boticario hace electuarios o composiciones suaves, y forma ungüentos saludables, y no tendrán fin sus operaciones. 8 Porque la bendición de Dios está extendida sobre toda la tierra.

9 Hijo, cuando estés enfermo, no descuides de ti mismo; antes bien, haz oración al Señor, y él te curará.

10 Apártate del pecado y endereza tus acciones, y limpia tu corazón de toda culpa. 11 Ofrece incienso de suave olor, y la flor de harina en memoria; y sea perfecta tu oblación, y después da lugar a que obre el médico, 12 pues para eso lo ha puesto el Señor; y no se aparte de ti, porque su asistencia es necesaria. 13 Puesto que hay un tiempo en que has de caer en manos de los médicos; 14 y ellos rogarán al Señor que te aproveche lo que te recetan para tu alivio, y te conceda la salud, que es a lo que se dirige su profesión. 15 Caerá en manos del médico el que peca en la presencia de su Creador.

16 Hijo, derrama lágrimas sobre el muerto, y como en un fatal acontecimiento comienza a suspirar, y cubre su cuerpo según costumbre, y no te olvides de su sepultura.

17 Y para evitar que murmuren de ti, continúa llorando amargamente por un día. Consuélate después para huir de la tristeza, 18 así que hagas el duelo, según el mérito de la persona, uno o dos días, para evitar la maledicencia. 19 Porque de la tristeza viene luego la muerte y la melancolía del corazón deprime el vigor, y encorva la cerviz.

20 Con el retiro se mantiene la tristeza, y la vida del pobre o afligido es triste, como lo es su corazón. 21 No abandones tu corazón a la tristeza; arrójala de ti, y acuérdate de las postrimerías; 22 no te olvides de ellas, porque de allá no se vuelve; y no ayudarás en nada a los otros, y te harás daño a ti mismo. 23 Considera, te dice el muerto, lo que ha sido de mí; porque lo mismo será de ti; hoy por mí, mañana por ti. 24 El descanso del difunto tranquilice en ti la memoria de él; pero consuélalo antes que se separe de él su espíritu.

25 La sabiduría la adquiere el letrado en el tiempo que está libre de negocios; y el que tiene pocas ocupaciones, ése la adquirirá. 26 Mas ¿qué sabiduría podrá adquirir el que está asido del arado, y pone su gloria en saber picar los bueyes con la aguijada, y se ocupa en sus labores, y no habla de otra cosa que de las castas de los toros? 27 Aplicará su corazón a tirar bien los surcos, y sus desvelos a engordar sus vacas. 28 Así todo artesano y arquitecto, que trabajan día y noche, y el que graba las figuras en los sellos, y con tesón va formando varias figuras, tiene su corazón atento a imitar el dibujo, y a fuerza de vigilias perfeccionan su obra. 29 Así el herrero, sentado junto al yunque, está atento al hierro que está trabajando; el vaho del fuego tuesta sus carnes, y está luchando con los ardores de la fragua. 30 El estruendo del martillo le aturde los oídos, y tiene fijos sus ojos en el modelo de su obra. 31 Su corazón atiende a acabar las obras, y con su desvelo las pule y les da la última mano. 32 Así el alfarero, sentado a su labor, gira con sus pies la rueda, siempre cuidadoso de lo que tiene entre las manos, y llevando cuenta de todo lo que labra. 33 Con sus brazos amasa el barro; y encorvándose sobre sus pies, con su fuerza lo hace manejable. 34 Pondrá toda su atención en moldear perfectamente la obra, y madrugará para limpiar el horno. 35 Todos éstos tienen su esperanza en la industria de sus manos, y cada uno es sabio en su arte. 36 Sin todos éstos no se edifica una ciudad. 37 Mas no habitarán en medio de ella, ni andarán paseando, ni entrarán a las asambleas públicas." 38 No se sentarán entre los jueces, ni entenderán las leyes judiciales, ni enseñarán las reglas de la moral, ni del derecho, ni se meterán a declarar parábolas;" 39 sino que restaurarán las cosas del mundo, y todos sus votos serán para hacer bien las obras de su arte, aplicando también su propia alma a oír y entender la ley del Altísimo."
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Atlas