HABLÓ el Señor a Josué y le dijo: Habla a los hijos de Israel, y diles: 2 Separad las ciudades para los que hayan de refugiarse, de que os hablé por medio de Moisés,

3 para que sirvan de asilo a todo el que matare a un hombre sin querer; y pueda así evadir la cólera del que es pariente cercano del muerto, y quiere vengar su sangre. 4 Luego que se refugiare a una de estas ciudades, se presentará en las puertas o juzgados de la ciudad, y expondrá a los ancianos de ella todo lo que pueda comprobar su inocencia; y después de esto le darán acogida y lugar donde habite. 5 Y si el que quiere vengar la muerte viniere persiguiéndolo, no lo entregarán en sus manos: por cuanto no mató su prójimo a sabiendas, ni se prueba que hubiese sido dos o tres días atrás su enemigo. 6 Así estará retirado en aquella ciudad hasta que comparezca en juicio para dar razón de su hecho, y después hasta que muera el sumo sacerdote que a la sazón fuere. Entonces podrá volver el homicida, y entrar en su patria y casa de donde había huido.

7 Señalaron, pues, a Cedes en la Galilea sobre el monte de Neftalí, y a Siquem en el monte de Efraín, y en el monte de Judá a Cariat-Arbe, por otro nombre Hebrón.

8 Y de la otra parte del Jordán hacia el oriente de Jericó , destinaron a Bosor, situada en la llanura del desierto de la tribu de Rubén, y a Ramot en Galaad, de la tribu de Gad, y a Gaulón en Basán, de la tribu de Manasés.

9 Estas ciudades fueron señaladas para todos los hijos de Israel y para los forasteros que habitaban entre ellos, a fin de que se retirase a ellas el que sin querer hubiese muerto a un hombre, y así no muriese a manos del pariente ansioso de vengar la sangre derramada, antes de presentarse aquél delante del juzgado del pueblo para defender su causa.
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Ilustración
Atlas