OÍD, cielos, lo que voy a proferir: escuche la tierra las palabras de mi boca.

2 Desfilen y empápense como lluvia los documentos míos: desciendan como el rocío mis palabras, como sobre la hierba la menuda lluvia, como llovizna sobre las dehesas. 3 Porque yo invocaré el nombre del Señor: ensalzad vosotros la grandeza de nuestro Dios. 4 Perfectas son todas las obras de Dios y rectos todos sus caminos. Dios es fiel y sin sombra de iniquidad, íntegro y justo. 5 Sus hijos, indignos ya de este nombre, pecaron contra él con sus inmundos ídolos: generación depravada y perversa. 6 ¿Así correspondes al Señor, pueblo necio e insensato? ¿Por ventura no es él tu padre, que te rescató, que te hizo y te crió? 7 Acuérdate de los tiempos antiguos, recorre de una en una las generaciones: pregúntalo a tu padre, y él te informará; a tus antepasados y te lo dirán.

8 Cuando el Altísimo dividía las naciones; cuando separaba los hijos de Adán, fijó ya entonces los límites de los pueblos de Canaán, según el número de los hijos de Israel. 9 Porque el Señor escogió a éstos como porción suya: tomó a Jacob por herencia propia.

10 La halló después en una tierra desierta, en un lugar de horror, en una vasta soledad: le condujo por diferentes rodeos durante cuarenta años, y le adoctrinó, y le guardó como la niña de sus ojos. 11 Como el águila incita a volar a sus polluelos extendiendo las alas y revoloteando sobre ellos: así el Señor extendió sus alas sobre su pueblo, y le tomó y transportó sobre sus hombros. 12 El Señor fue su único caudillo; y no había con él dios ajeno. 13 Le hizo dueño de una tierra superior y excelente, para que comiera de los frutos de los campos, para que chupara la miel que se hace en las cavidades de las peñas, y gustara el rico aceite de los olivos que se crían entre las más duras rocas. 14 La manteca de vacas y la leche de ovejas, gordos corderos y carneros del país de Basán, machos cabríos, la flor del trigo; y para que bebiera la sangre de las uvas en purísimo vino.

15 Se engrosó ese pueblo tan amado de Dios, y viéndose opulento se rebeló contra él. Ya engrosado, engordado y abundante de todo, abandonó a Dios su hacedor, y se alejó de Dios, salvador suyo. 16 Provocaron al Señor con adorar dioses ajenos, e incitaron su cólera con sus abominaciones o idolatrías. 17 Porque en lugar de ofrecer sus sacrificios a Dios, los ofrecieron a los demonios: a dioses no conocidos, a dioses nuevos y recién venidos que jamás habían adorado sus padres. 18 ¡Pueblo insensato! Has abandonado al Dios que te engendró, y te olvidaste del Señor Creador tuyo. 19 Lo vio el Señor, y se encendió en cólera, por ser sus mismos hijos e hijas los que así le provocaban. 20 Y dijo: Yo esconderé de ellos mi rostro, y estaré mirando su fin desgraciado: porque raza perversa es, son unos hijos infieles. 21 Ellos han querido como picarme de celos, con adorar lo que no era dios, y me han irritado con sus vanidades: yo también los provocaré a celos, con amar a aquellos que no eran pueblo mío, y los irritaré sustituyendo en su lugar una gente necia y despreciable.

22 Mi furor se ha encendido como un fuego grande que los abrasará hasta el abismo del infierno: arrasará la tierra y todas sus plantas, y arderán hasta los cimientos de los montes. 23 Amontonaré males y males sobre ellos, hasta apurar todas las flechas de mi aljaba. 24 Serán consumidos de hambre y devorados por las aves carniceras con mordiscos cruelísimos: armaré contra ellos los dientes de las fieras, y la venenosa rabia de las que van arrastrando y serpeando sobre la tierra. 25 Por fuera los desolará la espada y dentro de sus casas el pavor y espanto: el joven y la doncella, el niño que aún mama y el anciano, todos serán exterminados. 26 Y diré entonces: ¿Dónde están esos rebeldes? Yo borraré de entre los hombres su memoria. 27 Pero lo difiero, porque veo tanta arrogancia en sus enemigos: no sea que éstos se engrían y digan: Nuestra mano robusta, y no el Señor, es la que ha hecho todo esto contra Israel.

28 Gente es ésta sin consejo, ni prudencia. 29 ¡Ojalá que tuviesen sabiduría e inteligencia, y previesen sus postrimerías! 30 ¿Cómo podría jamás suceder lo que ahora, que un solo enemigo persiguiera a mil hebreos, y que dos hiciesen huir a diez mil? ¿No es esto porque su Dios los ha vendido, y los ha entregado el Señor?. 31 Porque no es nuestro Dios como los dioses de ellos: júzguenlo los mismos enemigos. 32 La viña del Señor es ya como viña de Sodoma y de los extramuros de Gomorra: sus uvas son uvas de hiel; y llenos están de amargura sus racimos. 33 Hiel de dragones es su vino, y veneno de áspides para el cual no hay remedio. 34 ¿Y acaso no tengo yo reservado todo esto, dice el Señor, acá en mis adentros, y sellado en mis tesoros para el debido castigo? 35 Sí: mía es la venganza, y yo les daré el pago a su tiempo, para derrocar su pie: cerca está ya el día de su perdición, y ese plazo viene volando.

36 El Señor juzgará a su pueblo, y será misericordioso con sus siervos, cuando verá debilitada su fortaleza, y que aún los encastillados desmayaron, y que fueron consumidos los que quedaron.

37 Y dirá entonces: ¿Dónde están sus dioses, en los cuales tenían puesta la confianza,

38 a quienes invocaban al comer la grasa de las víctimas ofrecidas, y al beber el vino de sus profanas libaciones? Levántense ahora, y vengan a socorreros y a ampararos en la necesidad. 39 Ved cómo yo soy el solo y único Dios, y cómo no hay otro fuera de mí. Yo mato, y doy la vida: yo hiero, y yo curo: y no hay quien pueda librar a nadie de mi poder.

40 Alzaré mi mano al cielo, y diré: Vivo yo para siempre, 41 que si aguzare mi espada y la hiciere como el rayo, y empuñare mi mano la justicia, tomaré venganza de mis enemigos, y daré el pago a los que me aborrecen. 42 Embriagaré de sangre suya mis saetas, de la sangre de los muertos y de los prisioneros, que a manera de esclavos van con la cabeza rapada; en sus carnes cebarse ha mi espada. 43 Ensalzad, ¡oh naciones!, a su pueblo, porque el Señor vengará la sangre de sus siervos, y tomará venganza de sus enemigos, y derramará su misericordia sobre la tierra del pueblo suyo.

44 Pronunció, pues, Moisés, con Josué, hijo de Nun, todas las palabras de este cántico en presencia del pueblo. 45 Y después que concluyó su razonamiento a todo Israel, 46 les dijo: Grabad en vuestro corazón todas las cosas que yo os he dicho en este día; para que recomendéis a vuestros hijos que guarden, ejecuten y cumplan todo cuanto está escrito en esta ley. 47 Porque no en vano se os han dado estos preceptos; sino a fin de que cada uno halle la vida en ellos, y ejecutándolos permanezcáis largo tiempo en la tierra en cuya posesión vais a entrar, pasado el Jordán.

48 En este mismo día habló el Señor a Moisés, diciendo: 49 Sube a esa montaña de Abarim, esto es, de los pasajes, al monte o colina de Nebo, que está en el país de Moab, enfrente de Jericó ; y contemplarás la tierra de Canaán, cuya posesión yo entregaré a los hijos de Israel. Y después morirás en el monte,

50 al cual habrás subido, y serás incorporado con tu pueblo: al modo que Aarón tu hermano murió en el monte Hor, y fue reunido con sus gentes:

51 por cuanto prevaricasteis contra mí en medio de los hijos de Israel, allá en las aguas de Contradicción, en Cades del desierto de Tsin; por no haberme honrado como debíais, entre los hijos de Israel.

52 Verás delante de ti la tierra que yo daré a los hijos de Israel, pero no entrarás en ella.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Ilustración
Atlas