ATIENDE, hijo mío, a lo que te enseña mi sabiduría, e inclina tus oídos a los documentos de mi prudencia; 2 para que observes mis consejos, y no se aparten de tus labios mis instrucciones. No te dejes llevar de las lisonjas de la mujer;

3 porque los labios de la ramera son como un panal que destila miel, y son más suaves que el aceite sus palabras. 4 Pero sus dejos son amargos como ajenjos, y penetrantes como espada de dos filos. 5 Sus pies se encaminan hacia la muerte, y sus pasos van a parar al infierno. 6 Andan descarriados; incierta e incomprensible es su conducta. 7 Ahora, pues, hijo mío, escúchame y no te apartes de los documentos que te doy. 8 Huye lejos de ella; jamás te acerques a las puertas de su casa, 9 a fin de que no entregues tu honra a gente extraña, ni tus floridos años a una cruel.

10 A no ser que quieras que los extraños se enriquezcan con tus bienes, y que vaya a parar en casa de otro el fruto de tus sudores. 11 Por donde tengas al fin que gemir, cuando habrás consumido tus carnes y tu cuerpo, y hayas de decir: 12 ¿Por qué detesté yo la corrección, y no se rindió mi corazón a las reprensiones, 13 ni quise escuchar la voz de los que me amonestaban, ni la instrucción de mis maestros? 14 En toda suerte de males o vicios me vi en medio de la congregación y del pueblo.

15 Bebe, pues, el agua de tu aljibe, y de los manantiales de tu pozo. 16 Que rebosen por fuera tus manantiales, y se esparzan tus aguas, o tus hijos e hijas, por las plazas. 17 Sé tú solo el dueño de ellas, y no entren a la parte contigo los extraños. 18 Bendita sea tu vena de aguas, y vive alegre y contento con la esposa que tomaste en tu juventud. 19 Sea ella tus delicias, como hermosísima cierva, y como gracioso cervatillo; sus cariños sean tu recreo en todo tiempo; busca siempre tu placer en su amor. 20 ¿Por qué te dejas, hijo mío, embaucar de mujer ajena, y reposas en el regazo de la extraña? 21 El Señor está mirando atentamente los caminos del hombre, y nota todos sus pasos.

22 El impío será presa de sus mismas iniquidades, y quedará enredado en los lazos de su pecado. 23 Al fin, él morirá infelizmente, porque desechó la amonestación; y se hallará engañado por el exceso de su locura.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Ilustración
Atlas