LA vida del hombre sobre la tierra es una perpetua guerra; y sus días son como los de un infeliz jornalero.

2 Como el siervo fatigado suspira por la sombra, y al modo que el jornalero aguarda con ansia el fin de su trabajo, 3 así he pasado yo meses sin sosiego, y estoy contando las noches trabajosas. 4 Si estoy acostado, digo: ¿Cuándo será de día, y me levantaré?; y luego de levantado, deseo que llegue la tarde; y quedo en un mar de dolores hasta comenzar otra noche. 5 Mi carne está cubierta de podredumbre y de costras de inmundo polvo; toda mi piel está seca y arrugada. 6 Mis días han corrido más velozmente de lo que el tejedor corta la urdimbre acabada la tela y han desaparecido sin esperanza de retorno.

7 Acuérdate, oh Dios mío, que mi vida es un soplo, y que no volverán a ver mis ojos la felicidad perdida, 8 ni me verá más humana vista porque tú has echado sobre mí una terrible mirada y ya no puedo subsistir más. 9 Como se disipa y desvanece una nube, así el que desciende al sepulcro no subirá, 10 ni volverá otra vez a su casa, ni lo conocerá más el lugar donde habitaba. 11 Por tanto daré libertad a mi lengua para lamentarse; hablaré de las angustias de mi espíritu; discurriré acerca de las amarguras de mi alma, 12 y diré al Señor: ¿Soy acaso un mar embravecido o alguna ballena o monstruo, para que me tengas encerrado como en una cárcel? 13 Si yo digo: Puesto en mi lecho hallaré consuelo, y experimentaré alivio en mi cama, hablando y discurriendo conmigo mismo, 14 tú me aterrarás con sueños espantosos, y me harás estremecer con horribles visiones.

15 Por esta causa mi alma quisiera más un patíbulo, y cualquier muerte para mis huesos. 16 Perdí las esperanzas de poder vivir más; ten lástima de mí, Señor, ya que mis días son nada. 17 ¿Qué es el hombre para que tú hagas de él tanto caso, o para que se ocupe de él tu corazón? 18 Le visitas al rayar el alba, y de repente lo atribulas. 19 ¿Hasta cuándo me has de negar tu compasión, sin permitirme respirar o tragar siquiera mi saliva? 20 Pequé, Señor; mas ¿qué haré yo para aplacarte, oh observador de los hombres? ¿Por qué me has puesto por blanco de tus enojos, tanto que ya me he hecho intolerable a mí mismo? 21 ¿Por qué no perdonas todavía mi pecado, y por qué no borras mi iniquidad? Mira que ya voy a dormir en el polvo del sepulcro, y cuando mañana me busques, ya no existiré en el mundo.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Ilustración
Atlas