¡AY de la tierra, címbalo alado que está a la otra parte de los ríos de Etiopía, 2 la cual envía embajadores por mar en barcos de papiro, o de juncos, que corren sobre las aguas! Id, mensajeros veloces a la nación conmovida y despedazada, a aquel pueblo formidable más que otro alguno, a la nación que espera, y entretanto es hollada, cuya tierra se van comiendo los ríos.

3 Habitantes todos del mundo, vosotros los que estáis de asiento en el país, cuando fuere alzado el estandarte sobre los montes, vosotros lo veréis, y oiréis el ronco sonido de la trompeta. 4 Porque he aquí lo que el Señor me dice: Yo me estaré tranquilo, y lo contemplaré desde mi asiento; como se ve la clara luz del mediodía; y seré al modo que una nube de rocío en el tiempo de la cosecha. 5 Ya que todo él, esto es, el poder de los enemigos, antes de la mies se ha ido en flor, y todo brotará antes de sazón y sus tallos serán cortados con la podadera, y lo que quedare será tronchado y arrojado. 6 Y serán abandonados a un mismo tiempo a las aves montaraces y a las bestias de la tierra; y todo el verano estarán las aves sobre ellos, y sobre él invernarán todas las bestias de la tierra. 7 En aquel tiempo, el pueblo dividido y despedazado, el pueblo formidable más que cualquier otro, la nación que espera y más espera y es entretanto hollada (cuya tierra está desmoronada por los ríos) llevará ofrendas al Señor de los ejércitos que reside en el lugar donde se invoca el Nombre del mismo Señor de los ejércitos, en el monte de Sión.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Ilustración
Atlas