JESÚS , pues, lleno del Espíritu Santo, partió del Jordán, y fue conducido por el mismo Espíritu al desierto,

2 donde estuvo cuarenta días, y era tentado del diablo. En cuyos días no comió nada, y al cabo de ellos tuvo hambre. 3 Por lo que le dijo el diablo: Si tú eres el Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan. 4 Les respondió Jesús : Escrito está: No vive de sólo pan el hombre, sino de todo lo que Dios dice.

5 Entonces el diablo le condujo a un elevado monte, y le puso a la vista en un instante todos los reinos de la tierra, 6 y le dijo: Yo te daré todo este poder y la gloria de estos reinos; porque se me han dado a mí, y los doy a quien quiero. 7 Si tú quieres, pues, adorarme, serán todos tuyos. 8 Jesús , en respuesta le dijo: Escrito está: Adorarás al Señor Dios tuyo, y a él sólo servirás.

9 Y lo llevó aún a Jerusalén , lo puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si tú eres el Hijo de Dios, échate de aquí abajo. 10 Porque está escrito que mandó a sus ángeles que te guarden,

11 y que te lleven en las palmas de sus manos, para que no tropiece tu pie contra ninguna piedra. 12 Jesús le replicó: Dicho está también: No tentarás al Señor Dios tuyo.

13 Acabadas todas estas tentaciones, el diablo se retiró de él, hasta otro tiempo.

14 Entonces Jesús por impulso del Espíritu retornó a Galilea, y corrió luego su fama por toda la comarca.

15 El enseñaba en sus sinagogas, y era estimado y honrado de todos. 16 Habiendo ido a Nazaret donde se había criado, entró, según su costumbre, el día de sábado en la sinagoga, y se levantó para encargarse de la leyenda e interpretación.

17 Le fue dado el libro del profeta Isaías. Y abriéndolo, halló el lugar donde estaba escrito: 18 El Espíritu del Señor reposó sobre mí, por lo cual me ha consagrado con su unción divina, y me ha enviado a dar buenas nuevas a los pobres; a curar a los que tienen el corazón contrito;

19 a anunciar libertad a los cautivos, y a los ciegos vista; a soltar a los que están oprimidos; a promulgar el año de las misericordias del Señor, y el día de la retribución. 20 Y arrollado o cerrado, el libro, se lo entregó al ministro, y se sentó. Todos en la sinagoga tenían fijos en él los ojos. 21 Su discurso lo comenzó diciendo: La Escritura que acabáis de oír hoy se ha cumplido. 22 Y todos le daban elogios y estaban pasmados de las palabras tan llenas de gracia, que salían de sus labios, y decían: ¿No es éste el hijo de José el carpintero? 23 Les dijo él: Sin duda que me aplicaréis aquel refrán: Médico, cúrate a ti mismo; todas las grandes cosas que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm, hazlas también aquí en tu patria.

24 Mas añadió luego: En verdad os digo, que ningún profeta es bien recibido en su patria.

25 Por cierto os digo, que muchas viudas había en Israel en tiempo de Elías cuando el cielo estuvo sin llover tres años y seis meses, siendo grande el hambre por toda la tierra;

26 y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino que lo fue a una mujer viuda en Sarepta, ciudad gentil del territorio de Sidón.

27 Había asimismo muchos leprosos en Israel en tiempo del profeta Eliseo; y ninguno de ellos fue curado por este profeta, sino que lo fue Naamán, natural de Siria.

28 Al oír estas cosas todos en la sinagoga montaron en cólera. 29 Y levantándose alborotados le arrojaron fuera de la ciudad: y lo condujeron hasta la cima del monte, sobre el cual estaba su ciudad edificada, con ánimo de despeñarlo. 30 Pero Jesús , pasando por medio de ellos, iba su camino, o se iba retirando.

31 Y bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, donde enseñaba al pueblo en los días de sábado.

32 Y estaban asombrados de su doctrina, porque su modo de predicar era de gran autoridad.

33 Estaba en la sinagoga cierto hombre poseído de un demonio inmundo, el cual gritó con gran voz,

34 diciendo: Déjanos en paz, ¿qué tenemos nosotros que ver contigo, oh Jesús Nazareno? ¿Has venido a exterminarnos? Ya sé quién eres, eres el Santo de Dios. 35 Mas Jesús , increpándole, le dijo: Enmudece, y sal de ese hombre. Y el demonio, habiéndole arrojado al suelo en medio de todos, salió de él, sin hacerle daño alguno. 36 Con lo que todos se atemorizaron, y conversando unos con otros decían: ¿Qué es esto? El manda con autoridad y poderío a los espíritus inmundos, y van fuera. 37 Con esto se iba esparciendo la fama de su nombre por todo aquel país.

38 Y saliendo Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. Estaba la suegra de Simón con una fuerte calentura; y le suplicaron por su alivio.

39 Y él arrimándose a la enferma, mandó a la calentura que la dejase; y la dejó libre. Y levantándose entonces de la cama se puso a servirles.

40 Puesto el sol, todos los que tenían enfermos de varias dolencias, se los traían. Y él los curaba con poner sobre cada uno las manos. 41 De muchos salían los demonios gritando y diciendo: Tú eres el Hijo de Dios; y con amenazas les prohibía decir que sabían que él era el Cristo .

42 Y partiendo luego que fue de día, se iba a un lugar desierto, y las gentes le anduvieron buscando, y no pararon hasta encontrarle; y hacían por detenerle, no queriendo que se apartase de ellos. 43 Mas él les dijo: Es necesario que yo predique también a otras ciudades la buena nueva del reino de Dios; pues para eso he sido enviado. 44 Y así andaba predicando en las sinagogas de Galilea.
Padre
Hijo
Espíritu Santo
Ángeles
Satanás
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Ilustración
Atlas